No deseo ser realista, pretendo escribir música pero con palabras, porque los recuerdos suceden con música. Tengo trucos en el bolsillo y cosas bajo la manga, pero no quisiera ser un prestidigitador común. Pese a todo, no he podido determinar, si quiero mostrarles la verdad con la apariencia de la ilusión, o por el contrario, la ilusión con la apariencia de la verdad.....las palabras me preceden, me sobrepasan. Tengo que tener cuidado: sino las cosas se dirán sin que yo las haya dicho. Así como un tapiz está hecho de tantos hilos que no puedo resignarme a seguir solo uno....mi enredo surge porque una historia está hecha de miles de historias....



miércoles, 28 de agosto de 2013

No lo hacen.

No te advierten ellos
de las tripas hervidas
de la sangre caída
No te comunican 
que duele como comer clavos
o tener el alma fría.
No te comentan 
que vestido
te duele la ropa
y desnudo, 
te duele el cuerpo.
No te dicen,
que es desgarrador
alucinógeno
que es torpemente doloroso
No lo hacen,
ninguno de ellos.
Será que no lo saben.

domingo, 25 de agosto de 2013

Para mí.

Esta vez soy yo quien escribe, definitivamente. Me escribo a mí mismo, para mí. Lo único que no tengo claro es para cuándo. No sé en qué tiempo verbal escribirme. ¿Pasado? ¿Futuro? ¿Presente? ¿Cuándo escribí esto? ¿Cuándo lo escribo?
Me gusta leerme. La oración correcta sería: “Me gusta leerme pero…”. El “pero” es porque cada día me descubro más errores, problemas de palabras que resolvería de otra forma, pero me gusta, lo disfruto.
Siempre lloro un poco cuando lo hago, mientras más atrás me voy, más lloró. Nada escandaloso, nada que no pueda disimular rápidamente, es algo de pura sensiblería onanista. Porque lloro raro, como un egoísta. Nunca lloré ninguna muerte y dudo que lo haga. Lloró en el teatro, lloro en la tele, lloro con los libros, cosas que se ven desde el otro lado. Claro, soy raro, era raro, seré raro, lo acepté hace tiempo.
No escribo lo que quiero, escribo lo que siento, siento lo que escribo y desde un lugar muy propio. Primero siento, luego escribo; siempre. No es azaroso. Lo siento, no sé muy bien dónde, sé que hay algo que se ordena en algún lugar y lo único que tengo que hacer es buscar el momento para sentarme y traducirlo. Traducir esas cosas extrañas, esos sentimientos en palabras. Esas imágenes pornosensosiales, deformes, cuadros salvajes, dulzores, olores, sabores. Por eso me cuesta escribir cuentos, me quedo detenido en el detalle pelotudo; en los labios, en los ojos. Por eso y por cagón.  
(Me miro un poco las manos antes de escribir esto). Estoy enamorado. Sí. No tengo muchos reproches para hacerme. Lo escribo; punto. El resto es Facebook. ¿Lo estaré cuando lea esto? ¿De quién? Mierda.
Tiene los ojos celestes. Y me di cuenta con ella. El color de los ojos es una mentira. Como mínimo, los ojos son de dos colores, y creo que me quedo corto. Ella tiene los ojos celestes, azules, azules oscuros, azul Francia, negros, blancos, amarillos, verdes. Resumen total: son dos celestes que me dan ganas de hablar en francés sin ni siquiera saber como ubicar la lengua para decir mercy.
Día raro, presiento que todo se va a ir al carajo, pero no me preocupa demasiado. Puse unos temas de los redondos. Hace mucho que no los escucho. Hermosa nostalgia. Terminó sintiendo lo mismo que en aquellos días que gastaba(mos) los discos. –Se puede- pienso. Se puede mantener la pasión, la sorpresa. Sentir lo mismo después de mucho tiempo. Se me eriza la piel, es algo en un lado que no puedo precisar, porque es demasiado amplio, como si fuese en todo el cuerpo. No entiendo las letras, nunca las entendí, como tampoco entiendo un montón de cosas, pero no me importa entenderlas para disfrutarlas. Me importa eso, disfrutarlas, vivirlas.
Se me humedecen demasiado los ojos. Sí, es una timidez de llanto. Es linda esta mierda que pasa. Me viene esa sensación de qué voy a escribir algo, me miro las manos, estoy estúpidamente feliz, a pesar de todo.  
Hoy el amor es eso, es el miedo de no poder mantener en el tiempo lo mismo que el primer momento, el primer beso, lo lindo, lo suave, lo enorme. Es amarrarse a eso con un miedo terrible, uno que te paraliza y te despega los arreglos de las muelas.
Las cosas son raras. El amor no debe ser eso, lo sé, seguramente. Pero tampoco es lo otro, tampoco es eso que veo en muchos lados. No es no estar solo, ni un plato de fideos recalentado, ni elegirse, ni usar anillos.
Seguramente lo mejor esté entre medio de estas dos puntas; tan aburrida una y tan peligrosa la otra.
Tengo la sensación de llevar encima demasiadas cosas, sentir que todo se va a ir carajo, que se me doble el estómago por el amor, sentir que habrá que intentarlo nuevamente en breve; y sin embargo; eso lindo y hermoso de sentir…sentir…sentir…no puedo dejarlo pasar.
Para mí escribir es eso; es sentir. No puedo escribir sin sentir. Entonces; está bien. Vale, vale la pena.

jueves, 8 de agosto de 2013

Excusario.

                                                                                 a la chinita portadora de pecas.
¿A qué estás jugando? Digo, tomás un poquito de esto, otro poquito de aquello, pero resumen; te quedás con nada, apenas con un fragmentito de algo que parece enorme pero no lo podés tomar, digo tomar: sentirlo entre las manos, sentir que te las ensucia como te ensucia el barro. Tan existencialista Goyo, si no ensucia, no vive. Siempre es más fácil sentir la suciedad y luego creerla.
Polvo pensamiento, pensamiento que se esparce, ¿dónde pusiste el recuerdo? El recuerdito, la guitarra, el ropero, secarte los labios antes de romper el beso, el jarrón que juntó agua de lluvia. Todo vacío, todo con una fragilidad absurda que no la tocás por-miedo-a-que-lo-pase-sea peor. En resumen; el miedo es a que pase, a que pase algo, pero el peor miedo, el miedo que habita salones de fiesta y toma sangre, es el miedo a que no esté pasando lo que pasa. Miedo vampiro, miedo caníbal. Las ilusiones, escuchar  ruido donde duerme el silencio.
Goyo intuyendo no poseer la capacidad de poseer, lo que le daría coherencia. No poseer, no habitar. Entrar a los salones de baile por la ventana, gemir en los velorios, saltar en los juegos de jardín, evitar las líneas de las baldosas e irse, siempre irse, por donde llegaste. Los proverbios chinos, los libros de Cortázar, las perras negras, los poemas de Girondo, la mierda de Sartre y el delirio de creer-que-estás-haciendo-algo-enorme. O algo lindo, algo que brille por su propia identidad.
El problema, mi querido Goyo, son los inventarios, esos bestiarios de números sucios que a menudo intentan reconfigurarte, reconstruirte, descubrirte. Mi querido Goyo, el uno, dos, tres. Las cuentas del collar. El orden inalterable de lo que cede, precede y prosigue.
No hay con qué darle, sos un animalito de carga, un listado aburrido de derrotas que parecen triunfos y triunfos que acaban por cansarte, por derrotarte. El olor a vino barato, el tabaco metiéndose por los poros. Goyo cagón, miedoso, estatua en mitad de un patio del que siempre querés escaparte. Los restos de vaso en el medio del fernet, la espuma convulsionándote los ojos. Pispeas el reloj por el rabillo del ojo, mientras conjeturas, mientras se te hacen trizas los planes, pensás en lo que dura la primavera, en lo que gime violento.
Verdad parcial, estás en el medio de algo enorme, te lo concedo, alfil alegre del tablerito en el que te pensás. Problema menor: pensar que estás jugando. Problema mayor: Jugar pensando. Lo que te importa es que jugás a pensar. Pensamiento húmedo, pensamiento corrupto. La trama, la madeja de lana, la habitación, los discos de Miles Davis, la música de Charlie Parker, las botellas semivacías que nunca vas a probar.
Verdad total: Goyo, te estás mintiendo. No hay tablero, ni nada. Hacete cargo, hacete hombre. Hay un vasito de JB con hielitos fantasmas, a punto de desaparecer. Y lo grave viene luego: la panza arrastrada, el nudo sin punta, nudo del cual no sabés de dónde tirar.
Porque había: un sillón que no era tu sillón, un vaso de fernet con espuma blanca como espuma de mar, un Gitanes que no acababa nunca (y era Gitanes para pensarte francesito, apuesto y encarador, dispuesto y amante), una mujer diamante, dos ojos dagas celestes, un escote paraíso rebelde y todo eso no te pertenecía. Una habitación enorme, un cuadro a lo Van Gogh, la marihuana en un frasco de mermelada, papel de armar, libros fríos, y nada era tuyo.
La guitarrita Goyo. Cantate una. Cantate mil. Catador de ritmos, errante de melodía. Cuidado Goyo, todo lo que cantes puede ser usado en tu contra, se te mete en la cabeza, como un cuchillo maldito, de filo mordido. Ellas afilan sus cuchillos en tu cabeza, lo quieras o no, lo elijas o no. Te hagás el zonzo, o te creas el piola. Goyo, Goyito, la noche siempre es una mentira linda de la que sos libre de definir como se te venga en mente.
Goyo, no se elige estar del lado de la pared o del cordón, ni se elige el tamaño del paraguas. Y lo que muchos viven porque se han decidido a vivirlo; no resulta con vos. No resulta con las cuerdas, hilos malditos, con los que enredas las imágenes, con las que tratás de armar luego lo que pasó, cuando la espuma baja, y los pulmones se llenan de esputo.
Acción Goyo, acción, la dialéctica del espacio sin espacio para dialéctica. Tu confusión, la mugre que se te mete entre los dientes, sangre sucia. Y es tarde, casi tan tarde que te arden las manitos y casi que hablás como un nene que acaba de terminar de llorarle a la madre porque no quiere sopa.
La guitarrita Goyo, ¿qué pasó? El miedo en la flor que te nace en el pecho. Verdad subjetiva: sos un valiente, un arriesgado, un temerario que sabe que en cualquier momento todo se va a demonio, un trapecista que mira para abajo en mitad de un camino de cuerda. Los libros de teatro, las dramaturgias vivas, conflicto, imágenes, acciones. Pensá imágenes que te lleven a acciones.
Goyo enamorado, equivocado. Error y reacción, sensación y consecuencia. Una mujercita acostada, que se tapa las orejas, que se dibuja entre pecas y lunares. Y el miedo a qué dirán se transforma en el miedo a dirán otra vez lo mismo.
Amor que transpira, que también es cosa neutra, cosa tuya, que se mete en los sueños para transformar a tu madre en la figura de un cuadro de Goya, pasar del sueño a la pesadilla, a las imágenes que transponen la alegría, la sonrisa. Goyo, cuidado, cuidado. Amor y sueño, pesadilla que te despierta, que te lleva a las habitaciones donde nada es tuyo, y donde hay amor, pero no te pertenece.
Resumen Goyo; una habitación, una damita especial y un excusario, absurdo, comunacho, aburrido...uno más, como siempre.