-Son notas pequeñas, delicadas-pensó.
Claro qué era así. Cartesiano por intuición, sin
demasiadas explicaciones. Ordenar la cabeza, ordenarla de a pasos, para
comprenderlo todo en su plenitud, y repasar lo comprendido hasta estar seguro
de no haber dejado algo sin ver, sin analizar.
Le miró los ojos de cerezas oscuras, de bosques de
sombras verdosas y marrones, de aguas calientes que sirven infusiones
misteriosas y adictivas, y comprendió.
-Cada nota aparte de la su predecesora y su consiguiente
carece de importancia. Cada nota se debe a su duración. - le dijo casí en voz
baja.
Imaginó entonces, la sucesión perfecta, de negras,
corcheas. Las pudo dibujar en su mente, en su pentagrama mental, pensando que
ella también era música, era su música, la que dibujaba de a poco. Traducción
simultanea.
Sonrió entonces, se sintió feliz, se sintió
músico, pero ignoró que aquel pentagrama creado no era música aún. Sería música
cuando alguien la ejecutase, silbándola bajo un árbol o con una orquesta en un
teatro lujoso. Cuando esa representación pase del papel a cobrar vida gracias a
las formas, al proceso de traducir las emociones.
Casi como si hablásemos de amor…
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