Pues claro, me es inevitable pensar en el roce de mi mano sobre su espalda. En ir dibujando con mi dedo índice una figura curvada y lenta, esquivando sus lunares, verrugas y granos de punta blanca. Y después que se de vuelta y juguetearle con el anular en el pupo y descartar la pelusa que se le atora.
Que lindo es empalagarse en su saliva, e ir descubriendo lo que ceno anteanoche y al mediodía. Pasarle la lengua por las encías de a poco, en cámara lenta. Ayudar a la limpieza de la placa bacteriana y ahorrarle los pesos que invierte en Licterine.
Yo soy de los que creen que la sensualidad se debe mantener hasta el última instante, pero hoy, no hay caso, con este frío, no tengo otra opción; esta noche la cojo con las medias de lana puestas. Espero que sepa disculpar este ataque de insensualidad.
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