"Se va a la ola a beber... y chau!
va la ola a joder... y chau!".
Indio Solari.
Que lindo. Sentir las olitas frescas que pegan sobre el pecho. El sol quemándote los brazos y la arena raspando en la espalda, lenta. Para pasar el tsunami, hay que dejarse llevar. Sino carece de sentido, es como tratar de respirar con la nariz tapada. Hay que mirar fijo y después perder el foco. Y cuando sucumbe el mar, hay que agarrarse de las copas de las piedras, a veces fuerte, y a veces casi tan débil que uno sienta que se va soltando, casi como si las yemas de los dedos se deslizaran. Mi consejo es: primero permanecer de cara al sol, dejar que los rayos te violen los poros. Ceder espacio al silencio, para desgarrarlo de suspiros, cuando la espuma de las primeras olas, te humedezcan los dedos del pie. Dejar que la violencia vaya ocupando su espacio, eso es básico y natural. Y después, cuando las olas se alargan, cuando te empiezan a cubrir, y no antes, darse vuelta, tratando de montar la ola. Hacer el intento por planear y domar las olas. Y ahí si, hay que tratar de ahogarse, pero sólo un poco. Dejar que el mar te maltrate otro tanto, empujando y zamarreandote. Se puede devolver la gentileza al mar, siempre con la misma intensidad. Cuando uno presienta que el tsunami ya este cediendo, se puede agitar con las manos el agua, a fin de desafiarlo, para que renazca, sino, simplemente se puede optar por dominarlo, hay que tomar impulso hacia arriba, y caer sobre la ola con fuerza, y permanecerse duro y quieto, hasta que el mar se retire. A partir de ahí, es historia conocida, sólo hay que esperar que haya otro tsunami….y lamentablemente, ¡desconozco cuando es eso!
Nota al pie: Dedicada al tsunami del 11 de Marzo de 2011, a los hechos que lo desencadenaron, a Punta del Diablo y principalmente a quienes entre tanta tempestad, aun encuentran la forma de dominarla.
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