La luna se nos parece, che. Mitad tan clara, mitad
oscura. Pensás en la luna y en verdad no
podés pensar en ningún color, porque hay un color que es color luna.
No me digas que es gris, porque no veo diferencias
entre eso y clavarme un cuchillo en la espalda. Decime plateada, a lo sumo. Y
sí, al final, es más fácil ser que parecer.
En fondo nos gustaría ser lunosos, y no lunáticos.
Pero es lo más cercano que podemos estar. Pero nos contagiamos de esto que nos
rodea, que nos dice que tenemos que aceptar que el tiempo le pertenece a los relojes.
Al final, solo nos queda un album de instantes
fijos. Y lo único que podemos hacer es condensarlos, imagen a imagen, y unirlos
con un hilito. ¿Sabés que es eso? Eso es literatura, pero también es recuerdo,
es melancolía, es poesía, es aprender. ¿Donde está la diferencia? La diferencia
está en ese hilo.
Eso, también, es la vida de los otros. Fragmentos
de fotografías. Unidas por hilos. Imposible asimilar el verbo sino a través
de fragmentos. Si no fuese por esos fragmentos, todo sería un realismo absurdo,
destructivo.
¡Ay Mondrian! El arte se volverá innecesario cuando estemos
en lo real absoluto. Porque la creación siempre está ligada al ejercicio de
pensar y, sobretodo, al ver que la luna se nos parece. Nada tiene que ver con
lo absoluto.
Donde habita lo real, no hay lugar para la magia.
Yo sueño esos hilos. Salivosos, transparentes, invisibles, azules, verdosos,
trenzados. Imaginarlos, sentirlos, transpirarlos. Anhelo esos hilos con la
total perdida de solemnidad. Y que seamos así; enamorados de la luna, como los
toros, abandónicos.
Hoy, que el mundo está sostenido por tus hilos, tengo un miedo lunoso, hermosamente lunoso, pero plural, muy plural.
2 comentarios:
Qué lo parió! :-)
¡Esta entrada debería comentarla un selenita! (No una lunática jaja)
Me voy a buscar más hilitos por ahí. ¡Saludos!
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