…y luego todo lo que sigue es
preguntarse, hablar en sueños raros, con códigos absurdos. Aceptar que una flor
crece en un lugar ajeno a las flores, que crece en los pastos de los ladrillos.
Y desconfiar de la paciencia de la flor para crecer, así, floreciendo, pasando
el otoño, sintiendo cada fin de verano que el próximo será el último, pero
no. Pasa el otoño, y por leve, comienza a preocuparse uno por el invierno. Y
advierte a quién quiera oírlo: “¡No sé cómo pasaré el invierno!”.
Hablaré con mi almohada sobre todo esto y
sé que no obtendré ninguna respuesta. Mi almohada es tan cobarde, casí tanto
como las flores que apenas se muestran, que apenas nos dejan intuir la
profundidad de sus raíces. Intentaré ahogarla, axisfiarla con el peso de mi
cuerpo, o poniéndola entre mis rodillas y apretar.
No debiera confiar en mi almohada. No
debiera. Parece muda, sorda, ciega. Simplemente no me habla, pero mi mayor
miedo es lo que guarda, lo que encierra, lo que podría contarle al resto del
mundo, al otro mundo….
2 comentarios:
El momento de la ensoñación tiene su encanto porque podemos ser nosotros y todas las personas a la vez.
Muy bellas palabras... Siempre me doy una vuelta por esto rincones y hoy me tomé la molestia de dejar mi huella.
Espero que no sigas deleitando, Este...
Saludos!
Fe de erratas: donde dice "no sigas" lease "nos sigas"
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