Todavía no
peino canas pero, a veces, el espejo me devuelve una y yo me pongo un poco
romanticón (como la mirada de la Condesa d`Haussonville) y las pienso que son
como recuerdo por cada uno de los labios de señorita que maleducadamente me
dijo que ¡no! ¡no! ¡no! E incluso me amenazó de muerte genital si no quitaba
mis labios de ahí. Y yo aquí, tan sin ellas que nunca pude dedicarles un ¡gracias! Para qué
quisiera yo una señorita que me ande diciendo que saque los labios de aquí o de
allá, no logro entenderme, como tampoco logró entender para qué quisiera yo una
cana como recordatorio. Y entonces, la arrancó con fuerza, tirando seco,
sabiendo que luego volverá, como vuelven los recuerdos de las mujeres. De las
malas, porque las buenas uno las olvida rápido. Mi abuelo decía: La donna è come un coltello, y a pesar
de que tuve que recurrir a un diccionario italiano-castellano, es cierto; si sirve, te corta y te deja una marca, una
cicatriz, y si no sirve, no te deja nada.
Nota: Repasando post antiguos encontré este pequeño texto que formaba parte de un texto largo. Me gustó y lo recorté. Creo que voy a hacerlo más seguido, bajo la etiqueta de "Una vez escribí esto".
1 comentario:
Me gustó la entrada y me gustó la etiqueta. Que cosa linda escribir etiquetas ¿no?
¡salú!
Lucía
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