Adorar los balcones. Adorarlos por el viento que
sopla en nuestra cara. Se les ha escapado a los religiosos, a las constituyentes.
No se ha leído acerca de ellos, nadie ha hecho canciones, refranes o poemas.
Adorarlos por su masa de cemento, madera y hierro.
Adorarlos porque son el preludio del vacío. Un elogio al equilibrio. La paz en
los balcones, los balcones de paz. Pararse. Tomarse un minuto.
Habrá un tiempo arriesgado, de todo o nada, donde
abandonaremos los cordones, y el equilibrio será ahí, en los balcones, con el
riesgo de una caída al vacío. Madurar tiene sus riesgos, linda. Esto se
decirnos niños nos cae tan simpático que nos hace sonreír, pero es
insostenible.
Hay balcones por todos lados en esta ciudad.
Puntos panorámicos. Vaya a saber usted,
vaya comprender si formamos parte. Sonría, nunca sabe quién puede estar
observándolo.
2 comentarios:
Pareciera que cualquier cosa que pasa por tus letras se convierte en oro.
Siempre es feliz leerte.
¡salú!
Lucía
No veas la de años que llevo echando de menos un balconcito... Casi más que una terraza, fíjate. La posibilidad de mudarme la veo muy negra así que seguiré asomada a la ventana.
Un saludo
Publicar un comentario