No le pienso, compréndalo.
¿Para qué? ¿Para descubrirle los ojos como
almendras a usted también? ¿Incluso a pesar de que se cortaría su brazo
izquierdo antes de probar una? ¿Qué quiere? ¿Quiere que comprenda que carga
estrellitas en el pie? ¿Qué le sulfura la miel y el vino por las yemas de las
manos?
Sí, lo sé. Conozco a qué saben sus labios, estaba
con usted cuando los probé. No lo olvide. Pero no pienso en ello, tampoco. ¿Qué
quiere que comprenda? ¿Qué hay que besarla en puntas de pies para evitar que
los dragones se despierten? ¿Qué hay que invitarla con la cadera tenue e
inocente para que se deje llevar? ¿Qué debería prestar atención al hecho de
maltratarle los breteles?
¿Usted sospecha acaso, lo mismo que yo? ¿Sospecha
que esto que puede pasarnos es absurdo, vulgar, frágil, repetido y cursi? No
pretendo la inmortalidad, incluso sospecho de sus intenciones (las de la
inmortalidad), pero le temo a las historias vulgares, las que podría leer en
una revista de peluquería.
Le he mentido, no sospecho aquello. He notado las
notas, los do re mi que le salen de los párpados cuando pestanea. Por eso no le
pienso. Porque las he visto sonar con tanta simpleza que me ha parecido
natural, y por lo tanto no me ha despertado sorpresa. Escuché como engola la
cornea y canta impostando la voz desde nervio óptico. La voz del ojo nunca
desafina. ¿Con qué tipo de sentimiento pretende que ande por el mundo luego de
esto?
No le pienso. Compréndalo. Sé que carga pecas en
el pecho, en la espalda pero no en la cara. Y no me escudo en ninguna regla ni
excepción que sugiera no pensar a este tipo de mujeres. No estoy atento a las
leyes de la cognición, mesurada o no, por lo tanto desconozco si debería ser
destinatario de algún castigo. Desconozco si al no pensarla usted deja de
existir, y solo es capaz de andar en vida al primer momento que le dedico una neurona.
Así ando por el mundo, obviando el cogito ergo sum.
No le pienso. Ni siquiera lo intento, no me hace
falta, ya la he comprendido con los ojos apenas la observé, no necesito
dedicarle ni siquiera un instante de parloteo entre neurona y neurona…
No le pienso, y agradezca. No vaya a ser cosa que
un día de estos me encuentre pensándola tanto que termine por ponerme
incómodamente enamorado…usted me entiende…no me haga decirlo. Nos desconocemos
lo bastante bien como para comprender que sería inevitablemente encantador,
pero también desnivelado e inconfortable.
Asumo que hay una excesiva metafísica en esto de
no pensarla.
1 comentario:
no le creo.
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