Pues yo me imagino. Rusia ha de ser un lugar bastante extraño. Con plazas abanderadas de rojo, heladas, sin risas, con el gesto fruncido. La gente debe juntarse a eso de las seis de la tarde, antes de que la luna asesine al sol, recién salidos de trabajar, a jugar al ajedrez, o a la ruleta suya, con el revolver cargado con una bala, y miles de rusos, carcomidos por el dolor de ser rusos haciendo cola para jugar. Y los pobres desgraciados a los que les toco el hueco vació, vuelven a sus casas, tristemente rusas, a comer ensalada de papa, huevo duro, arveja y mayonesa. Mientras el retrato de Lenin, los mira, desde la pared, casi pidiéndoles perdón, con el frío congelándoles las medias y con sus abuelas contandoles historias de Rasputin, y de que el comunismo no esta muerto, sólo esta durmiendo una siesta, y cuando despierte habrá sol sobre las tundras. Los niños toman vodka para poder soportar el peso de ser rusitos que han de volverse rusos, con sombreros de pieles, gestos de Chernobyl y van a salir con mujeres con nombres como Olga, Esther, Tatiana o Natasha . Si el acero se templa en aceite, los rusos se templan en vodka, para poder hablar ese idioma de mierda, y otras lenguas con ese acento pedorro. Pero sobretodo, fabricar armas, muchas, para dominar el mundo y hacerlo lo más ruso posible.
Yo quisiera ir, para ver si Rusia, es tan rusa como me la imagino.
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