No deseo ser realista, pretendo escribir música pero con palabras, porque los recuerdos suceden con música. Tengo trucos en el bolsillo y cosas bajo la manga, pero no quisiera ser un prestidigitador común. Pese a todo, no he podido determinar, si quiero mostrarles la verdad con la apariencia de la ilusión, o por el contrario, la ilusión con la apariencia de la verdad.....las palabras me preceden, me sobrepasan. Tengo que tener cuidado: sino las cosas se dirán sin que yo las haya dicho. Así como un tapiz está hecho de tantos hilos que no puedo resignarme a seguir solo uno....mi enredo surge porque una historia está hecha de miles de historias....



sábado, 10 de abril de 2010

Qin Shi Huang

“A mi me hicieron de barro, pero también de tiempo.
Desde que era gurí, supe que en el Paraíso no existía la memoria. Adán y Eva no tenían pasado.
¿Se puede vivir cada día como si fuera el primero?”.
Eduardo Galeano. Días y noches de amor y de guerra.


Se dice que el primer emperador de China, Qin Shi Huang (o Shih Huang Ti, no pude acertar el dato y para colmo los nombres chinos me resultan tan familiares como la fauna marina del mar Mediterraneo) fue el encargado de unificar el imperio, lejos en el tiempo, por los 250 A.C.
Con 22 años, se vistió de fortaleza y como quien se acomoda el pantalón, ejecuto al amante de su madre, que aspiraba el poder imperial, confino a su madre, la reina, y se deshizo de su principal rival, el canciller Lu Buwei, de quien se decía que era su padre. Así fue nombrado el Rey Qin, para luego convertirse en Emperador, con la conquista de territorios vecinos.
Una vez al mando, construyo una red centralizada de carreteras, unifico la moneda, los pesos y las medidas, estandarizo la escritura, abolió el sistema feudal, y fue quien dispuso unir y restaurar los tramos de la Muralla China para frenar la invasión de los hunos.
Tal es su importancia, que su nombre (“Quin”, que se pronuncia “Chin”) a dado nombre al país que hoy conocemos como China.
En cierto punto de su reinado, Qin decreto la quema de libros, condenando a la perdida a obras literarias, históricas y filosóficas. La tradición y el pasado quedaron prohibidos bajo la pena de muerte.
En algún escrito[1], Borges observo que Qin Shi Huang ordeno quemar los libros, porque quería que la historia comience con él. Que los tres mil años de historia, de Confucio a Lao Tzu, se transformaran en ceniza. Prohibió el pasado y la historia. Abolió la transmisión de sabiduría. Volvió a foja cero. No es casual que se hizo llamar, emperador primero, y quiso que sus siguientes se llamaran segundo emperador, tercer emperador, etc…
Este gesto me recuerda alguna historia de algún novio caprichoso y celosamente desequilibrado, que insistía que su novia quemará las cartas, fotos y recuerdos, de sus amores pasados y pisados. Como canta en una canción inédita, Ismael Serrano: “Con una pena de muerte, maldigo injustamente a los que antes compartieron, contigo los delirios de la carne”.
Hoy en día, es imposible mantenernos al margen del conocimiento, sabiduría e información con la simple quema de libros. El método consiste en todo lo contrario, en brindarnos la mayor cantidad de información posible. Bombardearnos de información para confundirnos.
Alguna persona me comento que no consideraba que leer diarios y ver noticieros era estar informado, que eso era ver visiones y pensamientos de otros. Que para estar informado, había que salir, que caminar la calle, tirarse cuerpo a tierra en la trinchera. De otra forma nos quedábamos con las sensaciones de otros. Que para estar informado, había que sentir el pulso de las calles, sentir el latido de las veredas, escuchar el crujido de las panzas de los hambrientos, las bolsas con segundas marcas a la salida del supermercado.
Rescato puntos similares y a la vez contrarios en nuestros gobernadores, intendentes, diputados y presidentes con Qin Shi Huang.
Cada uno que asume, intenta romper todo lazo con el mandato anterior. Todo lo que se empezó y no se termino queda en el olvido. Cada 4 años, todo se empieza de nuevo. Se borran las caras, se pintan las paredes de los despachos, se cambian secretarias, se queman papeles. Todo vuelve a foja cero. Como quien quisiera que la historia comience con él.
Para lo único que sirven los mandatos anteriores es para liberar presión hacia la herencia. “Esto estaba así cuando llegue”.
La política tiene que ver con las miradas a largo plazo. La economía, la educación, el modelo de país debe tener una dirección definida y mantenida en el tiempo.
El pasado debe ser lo que nos marca los pasos del presente para saber hacia que futuro vamos.
Quien intente hacer política a corto plazo, sin historia, sin herencia, no hace políticas, hace payasadas. No se puede saber hacia donde se va, sin saber de donde se viene.
La discusión debe ser esa. ¿Qué modelo de pais queremos? ¿Qué dirección vamos a tomar? Tomada la decisión, la tendencia se debe mantener. Pasen los políticos, pasen los partidos, pasen los colores. Que ellos aporten los matices, pero la tendencia y la dirección, no hay que cambiarla.
La izquierda y la derecha, tan diferentes en ideología, se unen en un punto. Ambas parecen las extremidades de un mismo cuerpo. El cuerpo del delito.
Y lo digo yo, que como la mayoría de los argentinos, nunca me he metido en política: siempre he sido peronista...


[1] “La muralla y los libros”

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