No deseo ser realista, pretendo escribir música pero con palabras, porque los recuerdos suceden con música. Tengo trucos en el bolsillo y cosas bajo la manga, pero no quisiera ser un prestidigitador común. Pese a todo, no he podido determinar, si quiero mostrarles la verdad con la apariencia de la ilusión, o por el contrario, la ilusión con la apariencia de la verdad.....las palabras me preceden, me sobrepasan. Tengo que tener cuidado: sino las cosas se dirán sin que yo las haya dicho. Así como un tapiz está hecho de tantos hilos que no puedo resignarme a seguir solo uno....mi enredo surge porque una historia está hecha de miles de historias....



sábado, 31 de diciembre de 2011

Fin del mundo.

 “Dios no juega a los dados”.
Albert Einstein.
A diferencia de las otras, las impuestas por los humanos, quebradizas y subjetivas, uno no puede contradecir las leyes de la temodinámica. Uno puede andarse por la vida, desnudándose en las esquinas, orinando en las paredes de una comisaría, cruzando con luz roja las avenidas, o levantando las polleras de las damas que pasan, pero no tiene forma alguna de disminuir la entropía del Universo. Incluso sin tener la menor idea de lo que sea.
La entropía es un concepto difícil de entender, difícil de explicar. Intenta definir el desorden molecular de un sistema. De tal forma, que si se varían las condiciones de estado de un sistema cerrado, como el Universo, esto tendrá como resultado un aumento de la entropía del sistema. Un aumento del desorden de las moléculas que lo forman. Eso es lo que nos dice la segunda ley o principio de la termodinámica. Que la entropía de un sistema nunca disminuye, está en constante crecimiento.
Se dice que la entropía del Universo llegará a un máximo, un momento en el que el valor de la entropía no podrá incrementarse más, debido al desorden que alcanzarán las moléculas. En ese momento, nos encontraremos frente a la muerte termodinámica del Universo. Y eso, será tan terrible como suena. El fin del Universo.
Cuando estaba en la universidad, tomaba mis clases de Metalurgia con uno de los ingenieros con mayor capacidad de transmitir conocimientos que he conocido. Era fácil prestarle atención. Hablaba remarcando lo importante, con justeza. Era, también, una de las personas más detestables y despreciables que me he cruzado.
Me acuerdo el terror que me produjo escuchar la frase “la muerte termodinámica del Universo”, con esa dicción lenta y pesada, cargada de inercia de aquel profesor. La duda de cuan lejos podía estar ese momento, y el hecho de darme cuenta que cualquier movimiento, incluso respirar, estaba aumentando la entropía del sistema, fue no menos que inquietante.
En definitiva, poesía pura. Nosotros mismos estamos ayudando a llegar al fin del Universo, viviendo. Mientras más vivamos, más nos acercamos al fin.
Nos fascinan los finales. A nosotros, a todos. Parecieran que todo es una excusa para llegar al final. Nos obsesiona. Se vive pendiente del desenlace. Se entiende. Toda historia va buscando su final. Porque se vive haciendo preguntas, y buscando respuestas, que producen nuevas preguntas, todo con el anhelo, de que un día encontraremos la última respuesta, que no corte ese cadena de incognitas. El final de la discusión. La muerte de la subjetividad.
El fin. En mi corta vida, he escuchado demasiadas veces hablar del fin del mundo, de las profecías, de los jinetes del Apocalipsis y el escándalo de la última oportunidad de arrepentirse de todo.
El otro día, estaba leyendo las etapas que atraviesa un cadáver, y me quede sorprendido. Al experimentar el rigor mortis, el primer músculo que se rigidiza es el corazón.
Ahí, es cuando me di cuenta. Dios es el Poeta. Todo esto, no es más que la obra de Dios. Independientemente de cualquier religión. Es algo más profundo, conceptual. Es un conjunto de manifestaciones de belleza, incluso por contraste. Tiene todos los condimentos, y todos los colores. Tiene momentos sublimes, momentos de una belleza tan angustiantemente bella, que podría destrozar a quien la observe. Imposible echarle la culpa, nos da tiempos para improvisar con aquello del libre albedrío. Ha trazado todos lo detalles.
Y es así, pienso, que el mundo (o al menos nosotros, los humanos) terminará por donde empezó, para mantener la línea poética. Terminará por el Edén. Y de acuerdo a lo que he entendido, se encontraba en el cercano oriente. Muy lejos de mi tierra, nuestra tierra.
Nuestra tierra, América, ha sido relegada de la historia de la humanidad, aunque, tal vez por ser más nueva o sus habitantes no tan negros, no tan rebajadas al nivel de África.
Aquello tan absurdo, como creer que Colón la descubrió, pasando por alto la existencia de los indios, nos da prueba de eso. Tan vulgares y tontos debieron ser aquellos que no pudieron descubrir el suelo que estaban pisando.
Vaya a saber como sería la historia, si los mayas hubiesen descubierto Europa, en lugar de obstinarse en predecir el fin o hacer calendarios. Tal vez, hoy se llamaría Tlalilamatl, Azoclatalan, o Mechoteitlen. Tal vez la raza aria hubiese sufrido una terrible persecución de parte de la raza indígena. Y nos hubiésemos perdido de Sócrates, Platón y Aristóteles. Y Chespirito hubiese ganado un Oscar, palaba que sería pronunciada con la entonación de cualquier palabra aguda. Tal vez, viviríamos sin saber, que la suma de los cuadrados de los catetos es igual a la suma del cuadrado de la hipotenusa. O Borges hubiese sido un erudito de los antiguos escritores aztecas y estaría sepultado en Bolivia o Perú.
Pues no nos quejemos. Yo sostengo aún, que somos parte de la obra, del conjunto de manifestaciones del Poeta Dios.
Sospecho que el fin del mundo, no podrá ser instantáneo. El mundo es una masa muy grande como para darse por terminado de buenas a primeras. Incluso siguiendo la idea del aumento de la entropía, ha de ser gradual. Por otro lado, Dios se ha portado en forma bastante coherente, aun con sus licencias poéticas. Mares abiertos en dos, muertos que resucitan, mujeres vírgenes embarazadas. Confió en que no será un desastre instantáneo. Carecía de rigor poético. En cambio, si podría esperar un final lento y doloroso, durante el cual la humanidad comprenda un montón de cosas. Una moraleja absurda, para nosotros, que perecemos como perecen un fosforo usado. Aunque, tal vez, útil para quien este disfrutando de estas continúas manifestaciones.
En esos momentos, lo comprenderé. Yo confió. Sé. Lo que me esfuerzo en practicar día a día, es en aprender a estar atento, a mirar. A observar. A escuchar. Sé que voy a darme cuenta. Y voy a ser uno de los primeros en enterarme, en advertirlo.
Con los métodos modernos de comunicación que contamos, me resulta fácil pensar que algún árabe va a poner en su twitter o facebook que ha comenzado el fin del mundo. Basta con estar atento.
De esa forma, me he de librar de los atascamientos de las avenidas, y las autopistas. Sólo por estar preparado. Abrir la puerta, y dar gracias al poeta, de que seas tan, pero tan distraída, (tanto como para no leerte cuenta) y hallarte, sin que sospeches que todo lo que nos rodea está en vías de desmundarse.
Así vas. Distraída. Y lo que suena tan absurdo y tonto, casi no me permite entender ciertas cosas, puede ser mi ventaja, en ese momento en que la duda de que el mundo pueda empezar a no ser tan mundo como siempre, se transforme en una certeza fulminante.
Estimados habitantes de esta parte del mundo, América Latina. No vale la pena perseguirse, pero si tener en claro que si el mundo terminase, podríamos estar atentos aquello de “que harías si el mundo terminase mañana”, podemos llegar a aplicarlo. Solo por haber entrado a la historia del mundo por la ventana.
Confiemos en Dios, al menos, por pura conveniencia. Esperemos. Tenemos, luego, toda la eternidad para quejarnos y echarle en cara sus errores. Y recordemos, hasta que no se baje el telón, hay que seguir actuando.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Dudario.

Tengo dudas. Algunas, muchas.
Dudo de que te des cuenta. Lo dudo con muchazón, o mucheza.
Duda, dudita: de que te leas cuenta. De que sos vos, en esas palabras, porque cada uno guarda su propia visión de las cosas. Es parte de la libertad, dicen. Yo defiendo la subjetividad. Lo objetivo me aburre. Para mí, lo leo claro, debajo de esas letras que ordeno en tanto desorden. Digo ordeno, porque les doy órdenes, porque se me rebelan cuando te escribo. Son letras zurditas. Revoltosas, revolucionarias, guevaristas. Son terroristas. Pues claro, nada más terrorista que solo seas un conjunto de letras que se hace palabra, oración, párrafo y finalmente esto. No estoy tan loco como para andar amando un puñado de letras. Letras que no les ha gustado el orden y ahora prefieren un poco de caos. Porque mucho más fácil sería describirte con una cucharada de adjetivos.
¿Qué hacemos si te lees y pasas por alto? ¿O te imaginas otra cosa? Yo te veo. Y si mi descripción fuese correcta, no podrías más que adivinarte entre este letrario, objetivamente tonto, burdo, pero íntimamente tan lindo.
¿Qué hacemos si te caés entre párrafo y párrafo? ¿Y si te resbalás en el espacio entre palabra y palabra? Mírenme como a un tonto, pero es difícil transmigrar de humano a letra. Y más difícil es aún, armar con letras un humano. Aún más, cuando no he encontrado palabra para definir esas perlas que se te ha dado por colgarte de las orejas. Supongo que las hay. Me he sentado en algún bar, con el asa de la taza de café colgándome del índice derecho, a esperar que me vengan en mente. Les he dado la oportunidad, y no se han presentado.
Yo dudo. Porque puede que esto de escribirte, no sea más que un pretexto para darte la forma que quiero. Para no sentirme con esa sensación aburrida, aburridísima, que amarte podría ser regalarte una docena de flores una vez por año, o esperar que termines de ponerte las perlas en las orejas mientras muevo la pierna, o pasarte a buscar a las nueve y cuarto para ir al cumpleaños de tu hermano, o tener sexo los viernes entre las tandas comerciales de alguna película de canal de cable, o clavarte en la espalda un cartel de propiedad privada.
Yo esperaría un poco más. Sí, lo haría. Para sentirme que tengo un motivo para que te leas. Y que me respondas algo que me de la sensación, aunque sea momentánea, de que amarte es dibujar en una cartulina blanca una cascada de flores amarillas, a veces, porque otras veces es simplemente salir afuera a sentir que el aire es demasiado aire, y otras es quedarnos quietos de pura gana, mientras jugamos a hacernos rulos en los pelos. Y que nos sintamos, tan convergentes que, simplemente, no nos de las ganas de andar por ahí, diciendo que somos tal o cual, o mañana tenemos que.
¡Dudoso! De que vengas a desparramarme por la frente tu esencia, y ese parece-que mío no sea tu “yo-soy”, sino que sea, simplemente el punto de vista del cual partí. La esencia de lo que escribí.
¿Podrá ser tan divergente, aquello que capté en aquel sueño con esta realidad empaquetada, aunque lista para digerir, con la que me intentan hacer tropezar? Tal vez, sea pura reacción al movimiento. La simple evolución contra la inmovilidad del momento capturado.
Dudo. Porque tal vez, sería más fácil si yo te escribiera más simple o vos leyeras mas complicado. O incluso, en lugar de escribirte, simplemente dijera o hiciese. Pero me daría una contractura de esófago, perderme esta sensación, extraña, anudada, compleja, dudaria, de dejarte la posibilidad, tan absurda, difícil de entender, expectante, de que te leas cuenta.
¿Qué para qué la escribo? Para leerla mía, solo eso, y no sentir esa sensación de paranoia absurda y espalda agarrotada.
Los otros, los que aman para tener alguien con quien comer en las noches de invierno, o tener a alguien que les ordene hacer un agujero en la pared para poder colgar un espejo, tal vez no lo entiendan. Yo la escribo cuando se me da la gana, y le pongo todas las pecas que se me vengan a la mente.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

De Wilde, Beckett, Sartre, Galeano, y yo mismo.

Oscar Wilde, se la comía. Pero decía cosas sensatas. Decía que un artista es un creador de las cosas bellas, y los que encuentran intenciones bellas en las cosas bellas son los cultivados. Para ellos hay esperanza. Y que la diversidad de opiniones sobre una obra de arte demuestra que la obra es nueva, compleja y vital. Y que todo arte es completamente inútil. La única excusa para hacer algo inútil es que uno lo admire intensamente.
Y vale lo dicho. Porque ser artista, no se enseña. Se enseñan técnicas, se transmiten instrucciones, se entrena, se practica, se ensaya, pero el artista, nace, dentro de uno cuando se aprende a prestar atención al mundo, se entiende la belleza de las cosas, y se las intenta manifestar. Por comparación, asimilación o contraste.
¿A quién le importa que tan bien esta manifestada? Lo importante es que sea digno. Y en eso no entran las opiniones de los terceros. Es difícil darse cuenta desde que lugar te habla la gente. Si algo aprendí, es que, por lo general, una persona habla desde su propio lugar. Cuando se enoja, es porque está enojada con él mismo. Cuando se enamora, es porque está enamorada de él mismo cuando está con otro. Y cuando está contenta, es porque está contenta con él mismo. Y no está mal. Galeano nos enseña que quienes quieren ser objetivos, en realidad quieren ser objetos, para librarse del dolor.
Lo único que siento, es que vale la pena intentarlo, no es tan importante el resultado, no es tan importante el desenlace, lo importante es la trama. Así, como canta Drexler: “Amar la trama más que el desenlace”. En la trama es donde sucede todo lo lindo. Y, a veces, eso no se puede plasmar o transmitir del todo. Pero la magia esta en intentarlo. Samuel Beckett, un groso que hoy es un teatro, dijo: “Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better”. Sí, algo así como “Siempre intenté, siempre fallé. No importa, trata nuevamente, falla nuevamente. Falla mejor.”. ¡Intentarlo! La única manera de que el arte sea digno. Porque el arte es digno, o no es nada, es mierda. Imposible de conformar a todo el mundo. Incluso, es tonto. ¿No debiera el arte conformar solo al artista?
Fue Beckett (irlandés como Wilde, y como el abuelo de mi vieja) también quien realizó “Esperando a Godot”, donde aparentemente no pasaba nada. Y sin embargo, era una obra maestra que recurría a los pensamientos del existencialismo.
Respecto al existencialismo, Sartre decía, que en el hombre, la existencia precede a la esencia. Que primero nace y luego es. Que el hombre es lo que hace de él. Yo alguna vez comparé este pensamiento con el hecho de decir que el hombre nace como una hoja en blanco, y que es lo que le pueda y le dejen poner en esa hoja. Caso totalmente contrario al arte. En el arte, la esencia precede a la existencia. Es por eso, que se debe tener las ideas claras, se debe estar convencido de lo que se está haciendo, de lo que se está manifestando. ¿De qué manera sino puede el arte ser digno?
Yo recuerdo aquella hoja perdida en El libro de los abrazos de Galeano acerca de la dignidad del arte. Donde describe una anécdota de haber ido a ver una obra de teatro en Italia y en la función solo estaban él, su esposa, el boletero y el acomodador, y sin embargo, los actores, mucho más numerosos, se brindaron como si estuviese la sala llena. Y finalmente, ellos no pudieron más que aplaudir. Eso es dignidad. A mí me ha pasado, estar frente a un puñadito de personas, ocho, tal vez diez. Y cantar, porque así estaba planeado, y sentir esas veinte manitos aplaudir, y darme cuenta que ese aplauso valía un montón. Porque también me ha pasado de cantar frente a setenta u ochenta, y que solo uno o dos me siguieran el apunte.
En esos tiempos, tocaba con un amigo. Él solía tocar una o dos veces por semana en el mismo bar. Algunos días con el bar lleno, otros con diez personas y alguna que otra vez, solo con el dueño. Él me contó que cinco años atrás, estaba tocando ahí mismo. Habría seis personas en el bar, y en un momento interpretó una versión de Libertango de Piazzola. Cinco años después, una mujer lo ubicó, casi por casualidad, y le recordó esa noche, y le dijo que esa noche había ido con su novio, que había muerto unos meses atrás. Y que siempre recordaron esa noche, y en especial esa interpretación. Uno nunca sabe cuando puede cambiarle el día a alguien y ganarle una sonrisa. Es por eso, que el arte, debe ser digno, o simplemente no ser. Por los artistas, pero también por quienes están ahí, siendo espectadores.
Y sí, Oscar Wilde se la comía, es verdad, pero decía que desde el punto de vista del sentimiento, el modelo es el del actor.
Por eso, cuando me preguntan - ¿para qué haces teatro? – me cansa un poco contestar. Siento que no vale la pena. Por más que considero que puedo describir muy bien todos esos acontecimientos, primero íntimos y luego públicos, que me suceden, siento eso; que no vale la pena explicarlos. Porque lo lindo es sentirlos. ¿Cómo se explica esa aceleración de la adrenalina de saber que “se puedo ir todo al carajo” y quedar como un ridículo frente a otros? ¿Cómo se explica esa duda pulsante de no saber cómo saldrá? ¿Cómo se explica jugar a ser otro un ratito, como para despejarse de esa obligación aburrida de ser siempre uno y pensar de la misma forma todos los días? ¿Cómo se explica ese fueguito de poder repetir los pasos ensayados para darle forma a un sentimiento, que se confunde con el propio y con el del personaje? ¿Cómo se explica que no hay que decir la letra, sino que hay que meterle intención, y decir las cosas con todo el cuerpo, qué hay que abrazar con los ojos, hablar con las manos, callar con los pies, sentir con la mirada? ¿Y esa adrenalina de saber que si tu compañero se equivoca hay que ponerle el pecho e improvisar juntos y remarla? Porque cuando se calla el público y te prenden las luces, estas ahí, sin más que tus compañeros para remarla, sin más instrumentos que lo que practicaste. Nos dejan solitos. Hasta el director, que ayer te estaba comiendo la oreja, se aleja. Y algunos nos miran con recelo, otros con expectativas, otros con envidia, otros bostezando, otros pensando en que no sacaron la basura.
Simplemente, me pongo en egoísta, y no lo comparto con nadie. Que vayan ellos y hagan teatro. Y después me digan. Al fin y al cabo, como también decía Wilde: “Existen los elegidos para quienes las cosas bellas significan solo belleza”.  Prefiero que me miren un poco raro por hacer teatro. También decía Wilde: “Los que encuentran intenciones feas en las cosas bellas son corruptos sin encanto. Ésa es su falta”. 
Yo lo único que espero, es hacer algo digno, como para cuando se pase todo, se me vaya la adrenalina, se me aflojen las piernitas; pueda decir: “Salió lindo, ¿no?”.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Yo caníbal.

¿Quién tiene de malo, comerse un buen humano de cuando en cuando? Me lo he preguntado, y no encontré una respuesta que me satisfaga, como para romper con estas ganas antropófagas de comerme un humano de a poco. De cualquiera forma, aún mejor, ¿qué tiene de malo comerse un mal humano? Un mal humano, puede tener la carne tan tierna como uno bueno.
Las verduras, nos han hecho tontos. No he conocido un vegetariano inteligente. Aunque he conocido pocos que defiendan el vegetarianismo en sus actos. En cuanto miras para otro lado, a ellos también se le cae ese hilo de baba deseosa de carne humana de la boca. Pues claro; si prestan atención, todos somos caníbales en potencia. ¿No han sentido nunca una mirada punzante, que indican la proximidad de una mordida? Supongo que debe haber mordidas que te llevan al mismísimo paraíso.
No ha de ser tan terrible morir ahogado entre los jugos gástricos de ciertos humanos. Ha de ser un honor. Si me concedieran un deseo, yo elegiría, ser comido por un humano agradable. Uno importante, tal vez, abogado o director de una gran corporación. Esos que te hacen sentir querido en cada mordida, sin que uno advierta que lentamente, esta falleciendo. Eso es ser un caníbal respetuoso, uno que vale la pena, aquel que esta dispuesto a comerte, casi sin que lo aprecies, sin que sufras, respetando tu condición de humano engullido.
Adoró este mundo, donde todos y cada uno tenemos la libertad de andar, con estas ganas carnívoras de comernos unos a los otros, sin restricciones, y sin que a uno lo anden señalando con el dedo por ahí por tener tendencias antropófagas.
Adoró la globalización, y su bendita posibilidad de andar tentándonos de comernos a un chino o un africano. Los chinos deben tener la carne suave y tierna, debe ser fácil y delicioso comerse un chino.
Adoró la posibilidad de comerme un norteamericano, o un inglés. Llenarme la boca de sangre sajona. Dulzona, y con gusto a cerveza tibia.
Desconfío de la carne rusa. Un tipo alimentado a vodka y ensalada de papa, mayonesa y huevo, no puede tener buen sabor. Aunque no he conocido nadie que se haya desayunado un ruso. Es posible que los rusos, conserven aquella costumbre de Rasputin de tomar pequeñas dosis de veneno para hacerse más resistentes. Sin embargo, pienso que cabe la posibilidad, que ellos las tomen para ir muriendo de a poco. No debe ser sano comerse un ruso.
¡Con qué ganas me cenaría una de esas mujeres de medio oriente, esas que andan con un velo y el cuerpo tapado! Una carne que ha sido protegida, tan eficientemente de sol, debe tener un gusto particular y no ese gusto ordinario que tiene un gordo panzón que se tira todos los veranos a cocinarse lento al sol en un balneario barato. Sin duda alguna, un tipo que hace eso, está deseando ser comido.
Un buen caníbal no ha de tener horarios. Entiendo que algunos les puede parecer inconveniente desayunarse un humano, y andar todo el día digeriéndolo, con el riesgo de eructar con gusto a carne humana en una sala de reunión o frente a un cliente.
Pienso, un buen caníbal, debe tener su lado experimental. Repetir recetas, puede resultar aburrido. Se deben descubrir nuevas fórmulas y combinaciones. Un buen caníbal debe estar dispuesto, por ejemplo, a saltear un peruano y un francés, o hervir un gallego en la sangre de un italiano, o condimentar un judío con gotitas de cordobés. O simplemente cocinar a baño María a un pobre distraído del barrio de Nuñez.
Mal siento mi vida, esta, en la que no he inventado nada, ni siquiera una receta para comerme un humano, uno grande o uno chico. Siempre he seguido recetas de otros, y algunas sé que dan resultados, pero aún no lo he logrado. He visto más de un buen compañero caníbal, con carne entre los dientes, aun rosa, y sangrienta, deliciosa. Y yo, mirando, queriendo clavarle un palillo para poder arrancársela y degustar, para saber que se siente comer un trozo de humano, pero ni mierda. Me he tenido, siempre que conformar con migajas, de vaca, de pollo, de cerdo. Y por más que me han comentado que ciertos humanos saben a cerdo y otros a pollo mojado, nunca he sabido si me han dado inglés por cerdo, o chino por pollo. Y aún así, desconfió de mi mismo. Tal vez me haya comido algún humano desorientado, sin darme cuenta. Pero sobretodo, porque no tengo la certeza si un día de estos no me voy a levantar con ganas de comerme, de hincarme un diente, disfrutarme de a poco, a mi mismo, en soledad, sin convidar de mí, a nadie. Por mucho que me lo pidan.

¿Sabe don?



Sabe don: aunque el mundo lo reviente,
Y le dé bronca la gente
Siempre ríase entre dientes, ¿Comprendió?
Aunque engrane contra todos,
No se muerda así, los codos
Mátelo con buenos modos, ¿Lo agarró?
                                                                                         
Dele al escolazo,
Buenos morfis, buenos fasos
Dese el gusto, no ande “chivo”,
Busque un churro en el “Folies”
¡Sea vivo!
Piántese por la tangente
Como un busca inteligente...
Sabe don, que despertó.

Hay alguien que es, su vieja que lo adora
Y vive solamente para usted,
Alumbre con su amor tanta ternura
¡Ahora, que después, no habrá después!
Y sólo tenga a mano un buen amigo
El que a uno lo ayuda a repechar,
Lo demás es verdurita, todos tiene su trampita
Y si es gil... y si es gil, lo casarán.

Sabe don, en los líos no haga escombro
Que el que habla, habla de asombro,
Píquelas, no ponga el hombro, ¿Lo ñapó?
Como usted, ha de ser soleado
O el amor lo habrá asustado
Tiene algún cable pelado, ¿Se avivó?

Chau y manden fruta
Que se arreglen, no discuta,
Siempre un “logi” está en la cola
Que él se ensarte por usted,
¡Sea piola!...
Que no siempre el que madruga
Puede más que el que se arruga,
Sabe don, como hago yo...
Lo demás es verdurita,
Todos tienen su trampita
¡Y si es gil, lo casarán!

Canta: Edmundo Rivero acompañado por el cuarteto de guitarras de Roberto Grela.
Letra : Ricardo Thompson (Justo Ricardo Thompson)
Música : Toto Rodríguez (Juan Miguel Rodríguez)



Foto: Infobae.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Ser justos.

Hace unos días, me di cuenta que tengo algunos conocidos, con ideas que me dan miedo. Transcribo:
C: “Que corto te quedaste Jorge Rafael Videla”.
J:“Tan poquito le falto…qué le costaba?”. (sic).
M: Cual?? Que dejo en pie a mas de un zurdo terrorista que hoy estan en el poder engañando al 54 porciento de la poblacion para poder llenarse los bolsillos y vengarse de los soldados que defendieron la PATRIA! que hoy en dia tenemos. (Gracias soldados por tanta valentia! ).” (sic).
Aislándome de que la falta de acentos y el uso de los signos de pregunta y exclamación como los ingleses me da urticaria en los ojos, me llena de tristeza lo que leí, las expresiones de C, J y M.
Estas ganas de vivir, que se ven golpeadas por el derecho que tenemos cada uno a desanimarnos pero alimentadas por la obligación de volver a animarnos con cualquier incentivo. Este mundo, tan hermoso, que defiendo, en el que creo, como un terco. Pues este mundo, también está tan jodido, trampeado y mezquino, que no lo entiendo.
Quiero ser una persona de pensamiento amplio. Ser militar no es mala palabra. Una de las personas de las cuales quiero aprender, estudiar, es militar. El General Manuel Savio. Pues no entiendo entonces, en que parte del camino, se ha mezclado todo, y se ha trazado una línea, y hemos quedado algunos de un lado y otros del otro.
Puedo creer que entre todos los desaparecidos, más de uno, haya sido terrorista. Es posible que, en este mismo momento, alguno le este sirviendo un trago al diablo, mientras se acomoda la bragueta, riéndose. Pero ¿vale la pena irse intentar dormir tranquilo, si alrededor, entre los no desaparecidos, hay quiénes quieren romper con la justicia? Si eran terroristas, merecían ser juzgados y condenados. ¿Castigados? (Si fuera música, aquí pondría varios compases de silencio). Nuestra Constitución nos indica que las cárceles no deben ser un castigo, sino una forma para la readaptación social de los criminales.
Justicia. En la boca de la mayoría, no deja de sonarme a castigo. ¿A quién le sirve un castigo? ¿Sí el castigado no va a aprender y recapacitar? ¿Si la víctima, ya fue lastimada? La verdadera justicia, sería que volver el tiempo atrás y que no le suceda nada a la víctima. ¿Es correcto que me suene imposible?
Ulpiano decía que la justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho. Y ese derecho, es el vivir honestamente, sin hacer daño y dando a cada uno lo que le corresponde. Veo poca justicia. Muy poca. Incluso entre los más estudiosos. Entiendo lo que decía Platón, que una República debe ser gobernada por gente sabia, justa.
Nada dijo Ulpiano acerca del tiempo. ¿En qué momento hay que darle a cada uno su derecho? Lo que interpreto que nos dice Ulpiano, es que la justicia empieza con uno, cumpliendo esos preceptos.
Bertoldt Brecht habló acerca de los analfabetos políticos, que de su ignorancia, nace la prostituta, el menor abandonado y el político corrupto. No puedo dejar de preguntarme: ¿qué es peor? ¿Un analfabeto, o alguien que escribe con errores de ortografía, sin respetar una sola regla, y sobretodo, sin aprender, nunca, nada?
Aquellas palabras, me suenan a delito y a pecado. ¿Podría denunciarlos? Pensé en hacerlo en facebook. En enviarle el dato a las Madres de Plaza de Mayo. En hablar con algún amigo abogado. O simplemente enviárselo a la persona que los tomó en aquella empresa multinacional, a la que pertenecí. La misma que tuvo un pequeño centro clandestino de detención en aquellos años. La misma que fue fundada por una persona que le vendió tanques a los nazis, y cuyos escritos inspiraron a Hitler para escribir su infame “Mein Kampf”. En estos tiempos en los que se habla de responsabilidad social de las empresas. ¿No deberían estos puntos, tenerse en cuenta? Me miró para dentro entonces. ¿Hasta que punto se es coherente con uno mismo? Con las cosas que dice, y las que defiende, tímidamente. ¿Qué me lleva a haber pertenecido a un lugar así, a sabiendas de todo esto, y aun así, poder acusar, señalar?
Por otro lado, vuelvo a pensar en la justicia, en el castigo. ¿De qué sirve un castigo, cuando sé que no van a cambiar la forma de pensar? He estudiado algo de los sistemas penitenciarios, su historia. La concepción de John Howard, el panóptico de Bentham y las reflexiones de Foucalt. Estos me enseñan que la prisión, debe ser un medio de resocialización, de moralización. Nada recuerdo acerca de un caso así. Supongo que se espera que los criminales sean de las esferas de poca educación, y entonces es fácil comprender que su resocialización, se base en la estimulación de valores humanos básicos, como el trabajo y el respeto. ¿Pero que se hace cuando quiénes comenten los delitos son gente con educación, capacidad de razonar y entender? Tal vez, no vendría mal deseducarnos un poco.
Una amiga me hizo ver que cuando a Florencia De la V la criticaron por querer adoptar un bebé, le dijeron cosas feas, horribles. Ella simplemente contestó que todos éramos libres, y podíamos pensar lo que quisiéramos, que se sentía muy feliz de poder ser y hacer lo que sentía. Por lo tanto, que se podía opinar, sin importar lo que se dijese.
Me siento raro citando a Florencia de la V. Pero creo que es la mejor reflexión. Simplemente hay que ser abiertos, y dejar que cada uno piense lo que quiera. Maldigo el “Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même”, pero bajo la cabeza, y lo aplico aquí.
Debemos de ser justos, todos nosotros, viviendo honestamente, sin hacer daño y dando a cada uno lo que le corresponde, para que este mundo este menos jodido, menos trampeado y menos mezquino.
Nota.
La libertad de expresión es muy compleja. Cuando aprendamos que significa por separado, libertad y expresión, tal vez, podamos empezar a combinarlas. 

viernes, 2 de diciembre de 2011

Ben Linder.

Hemos crecido rodeado de historias de superhéroes. Desde Superman al hombre araña, he-man, la mujer maravilla y otras tantas. Pues claro, ¿qué dificultad puede tener un hombre con superpoderes en defender el bien? Lo difícil ha de ser, ser un tipo simple, anónimo y hacer las cosas bien. O hacer las cosas mejores. Esos son los héroes, los que hacen las cosas mejores.
Con los años, he aprendido a conmoverme con las historias simples, aunque bien contadas. Defiendo el valor de la trama, aun a costas de un desenlace fallido. La importancia de creer en los medios y no en el fin. Dormir tranquilo tiene que ver con eso, con no justificar el fin con los medios. Si el resultado no es el espero, puedo así, seguir intentando. Siempre recuerdo la frase de Samuel Beckett: “Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better". Algo así, como: “Siempre traté. Siempre fallé. No importa. Trata otra vez. Falla otra vez. Falla mejor”.
La teoría del existencialismo, nos enseña que el hombre, primero existe, luego hace, es por eso que su esencia es posterior a su creación. A diferencia del arte. Donde el artista debe saber la esencia de lo que quiere crear. En el arte, la esencia precede a la existencia. Es por eso, que defiendo el valor de la trama, del camino transitado. La trama, o los medios, deben enaltecer el resultado o el fin.
He sabido de la historia de Ben Linder desde hace poco tiempo, y me ha revolucionado. Esa sensación de querer ser uno de esos que hacen las cosas mejores, aún sin poder definirme si puedo hacer las cosas bien. La historia de Linder, es la historia que nos pone a prueba. Entiendo que conmoverse por ella es un signo de humanidad.
Linder, era un ingeniero mecánico norteamericano. ¿Qué inventó? ¿Cuál fue el aporte que realizo a la ciencia? Ninguno. Creo, no estoy seguro. Linder renunció, se mudó a Managua en 1986, inspirado por la revolución sandinista. Ahí, se instaló en una zona muy pobre, y se unió al equipo que estaba construyendo la represa hidráulica que llevaría electricidad a la zona.
Linder aprovechaba su tiempo libre para entretener a los chicos de la zona. Era payaso y solía montar su monociclo. Él mostró admiración por el pueblo de Nicaragua, y defendió la causa de la revolución, la cual le podía ser naturalmente ajena. Su mayor gratificación fue el sentimiento de trabajar en un país donde el gobierno se ocupaba de toda la gente.
¿Qué lleva a una persona a abandonar su lugar de comodidad y realizar algo tan enormemente simple? Me siento chiquito, demasiado. Pienso, a veces, no hacemos cosas por cansancio, o por malestar. Debiéramos repensarlo.
Linder fue asesinado mientras trabajaba a la represa junto a dos compañeros por los Contras, el ejército opositor al gobierno sandinista el 28 de Abril de 1987. Los Contras, eran financiados por el gobierno del país donde había nacido Ben, Estados Unidos.
El mismo año de su muerte, Sting compuso una canción dedica a Linder. “Fragile”, que luego grabó Mercedes Sosa.
Lamentablemente, me es imposible saber cuantos Linder desconozco, cuantos héroes anónimos andan por este mundo, con cuantos comparto las baldosas o maldigo porque se frenan de golpe frente a un semáforo en amarillo. Me preguntó que posición debería adoptar, ¿suponer en un principio que todos somos como Linder, y tratamos de hacer las cosas bien o incluso mejores? ¿O todo lo contrario?
Claro, lo entiendo, la muerte subraya a los hombres, pareciera que enaltece lo hecho, al punto de que si no hubiese muerto así, ¿quién sería Ben Linder? Un ingeniero, un anónimo, un simple payaso.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Ellas dormían, yo no.

  Mientras ellas dormían. Yo no.
   La habitación era una enredadera de bichos, invisibles, que nos mordían. En esa casita chiquita, perdida, sus pulmones silbaban por el tabaco, pero dormían. Yo no podía. Y ya era tarde. Demasiado. ¿Serían las ganas tontas de querer despertarla con un beso, para decirle que no volvamos? Para decirle, quedémonos acá, tontos y enamorados, irresponsables. Sacudirla y susurrarle: no te duermas sin soñarme. No lo hagas. Que las otras hagan lo que quieran, que nos acompañen o se vayan, da igual, no me molestan, pero vos, no, vos quedate, conmigo. Pero no lo hice, como no hice tantas cosas.
   Como no le arranqué la ropa por el miedo a que no tenga que ponerse; como no le habité los párpados, como no le escribí en las paredes que no recordaba tanta felicidad en las manos, o en los ojos, o en la cintura.
   No pude. Simplemente salí. Me senté en la puerta de la casa. Y mientras ellas dormían, me di cuenta, que había otros como yo, que no dormían, que no soñaban. Ellos, como yo, se resistían al sueño.
   Yo me resistía al sueño porque me daba cuenta que lo que soñaba, no podía ser mejor de lo que estaba pasando.
   Y me prendí un cigarrillo, y me tomé el vino que sobraba, hasta marearme, solo. Fue una de las pocas veces que pensé que todo el mundo iba a estar de acuerdo conmigo siempre, sin darme cuenta que él es tan grande, que no puede estar bien con todos, todo el tiempo. Solo por momentos nos sonríe, y hay que aprovecharlo, porque nunca se sabe cuando puede cambiar de  humor y ponerte cara de galletita húmeda. Y negarte todo. Es raro. Porque el mundo somos todos, juntos, pero por separado, cada uno no es un pedacito de mundo.
   Y yo me quede ahí, mirando lo que podía ver del mundo, sintiendo que me hacía feliz, mientras algunos dormían. Los otros, los que eran parte de ese mundo que estaba despierto: gritaban, cantaban, bebían. Si hubiese tenido valor, habría saltado la pared que nos separaba y me les habría unido. Hubiese sido aburrido. Lo único que podía hacer, era contarles de ella. De sus bracitos cortos, de sus espasmos, de sus besos de lengua viva, de su voz gutural. De cómo estaba ahí, sin entender demasiado como se habían dado las cosas. Así suceden las cosas lindas, sin que uno tenga un plan.
   Me quedé ahí, en la puerta de la casa, fumando y tomando, pensando. Sabiendo que si me iba a dormir, al otro día el mundo sería igual, pero tal vez, sólo por un día más.
   Varios meses después me doy cuenta, el mundo va solito, nos necesita a todos, pero ninguno es tan imprescindible como para que deje de girar.