No deseo ser realista, pretendo escribir música pero con palabras, porque los recuerdos suceden con música. Tengo trucos en el bolsillo y cosas bajo la manga, pero no quisiera ser un prestidigitador común. Pese a todo, no he podido determinar, si quiero mostrarles la verdad con la apariencia de la ilusión, o por el contrario, la ilusión con la apariencia de la verdad.....las palabras me preceden, me sobrepasan. Tengo que tener cuidado: sino las cosas se dirán sin que yo las haya dicho. Así como un tapiz está hecho de tantos hilos que no puedo resignarme a seguir solo uno....mi enredo surge porque una historia está hecha de miles de historias....



martes, 29 de noviembre de 2011

Siesta de domingo por la tarde.

Somos dos, vos y yo. Jugando a deformarnos la carne con los dedos, fuertemente dócil, bajándonos la guardia de los labios. Corriéndonos con la lengua, con los dientes.
Sin miedo, de revolcarnos, tan revoltosamente, de marearnos en las sabanas, y atragantarnos de tela. Sin miedo, de zarandearnos tanto que se nos mezclen las pecas, o se nos caigan a un costado, o se junten todas en tu espalda.
Somos dos gotas de colores blancos y marrones. Pero también, amarillos, anaranjados, verdosos, y negros. Somos dos gotas de helado derretido, de un sabor que aún no hemos probado.
Somos eso, un preámbulo de derechos y obligaciones tontas, que no nos importan en este momento, porque nos dan tantas ganas de jugarnos a la guerra, de invadirnos, de firmar la paz, y romperla, castigarnos, y tomarnos de prisioneros.
Eramos eso. Ahora soy yo, solo, tirado en mi cama, recién despierto, y vos, la parte indesgarrable de ese sueño y desgarrada de esta realidad, tan sin vos, que me pican las muelas y se me hincha la lengua.

PD: Peligrosa la siesta de domingo, te dormís pensando que hay una pecosa sentada en la almohada, y se te va al carajo la tarde. Me tenté en ponerle otra etiqueta; “Cosas que te pasan si estás dormido”, por ahora no.

¿La foto? Yo la entiendo, es una ayuda-memoria.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Receta de la resucción de la sonrisa.

"...Sabe Goyo, nuestra constitución esta incompleta. En aquella parte que habla de los derechos y obligaciones. Yo creo que todos tenemos derecho a desanimarnos. Es válido. Pero también, tenemos la obligación de volvernos a animar con cualquier incentivo. ¿Será esa la receta de la resurrección de la sonrisa? ..."

lunes, 21 de noviembre de 2011

Ocho formas de arruinar el mundo. (Un poco).

  1. No ría, alguien lo hará por usted.
  2. Escupa para arriba, y córrase. Rápido.
  3. Quéjese, de todo, constantemente.
  4. Búrlese del esfuerzo de los otros. Usted podría hacerlo mejor si tuviese la oportunidad.
  5. No busque, esperé.
  6. Desanímese.
  7. Trabaje, sólo trabaje, solo.
  8. Desprecie.
Así gira el mundo, sin hacernos ver si lo arruinamos, o lo hacemos hermoso. El mundo es mudo, la voz del mundo no se escucha. Sólo Dios sabe que dice.
¿Y ese murmullito? ¿Esas quejas? Esas son nuestras, si el mundo se dedicase a quejarse, yo pediría asilo en otro planeta. Apenas puedo con las mías, y las que me convidan, como para andar poniéndole la oreja a una cosa de tierra y agua.
Muy complejo el mundo, con su movimiento de "roto"-traslación.....

jueves, 17 de noviembre de 2011

La trama del miedo V

Alicia tiene miedo. Sí, miedo. Porque en un punto, el amor y el miedo se cruzan, se ven las caras, por un camino incomodo.
Ha de ser por alguno de los caminos que Alicia transita, sin entender demasiado, con ganas de volver sobre sus pasos, para alejarse, de ese miedo tonto, y ese amor que le cruza el pecho como una puñalada de fruta cubierta en chocolate y dulce de leche empalagoso.
Ha de ser ese gustito a uva, que pronto será vino, que le deja el amor en la boca. Que la tiñe de colores pardos, de vetas de nogal, y olores dulces ¿Quién no le ha tenido miedo al vino? El miedo a que se agote el vino, digo, y aún estemos sobrios, con la vista totalmente sana, sin alegría en las manos, y sea todo aburrido, y melancólico, como los besos de saliva seca avejentada. Alicia tiembla por la idea que se agote el vino y el amor se confunda.
Alicia tiene miedo que el amor le muestre primero los dientes, antes que los labios. Y que esos dientes sean filosos y amarillos como dientes de fumador. Y que esos dientes guarden besos de aliento tramposo, engañoso. Aliento de osos mentirosos, que abrazan con garras y no con brazos de árbol.
Ha de ser el miedo pariente del amor. Si algo ha aprendido Alicia, es que una familia, a veces, tiene sus bemoles, y sus sostenidos. Que es difícil cantar al unísono. Alicia sabe, si ha tenido tías que enloquecieron, y ha escuchado historia de malos hermanos que se peleaban por intereses tontos. ¿Por qué no esperar que el miedo le meta un palo en la rueda al amor? Si ha tenido un primo que se perdió en el miedo, y una abuela que murió de amor. Si ha tenido una hermana que por miedo no amó, y una hermano que amó sin miedos. Si ella misma ha temblado, sin saber, si era por miedo o por amor, o una mezcla de ambos.
Alicia tiene miedo, de que ese amor que transpira, se seque. Que quede seca. Porque el amor que llena el vaso, es invisible, y aunque a veces lo rebalse, no sabe cuanto queda. - ¿Cuánto amor pusieron en mi vaso? – pregunta Alicia. Porque sabe que ella llena los vasos, pero sabe Dios cuanto le sirvieron a ella.
Alicia tiene miedo, ¿y qué?

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La trama del miedo III & IV

III
De todos lo miedos que tuvo, Rolando se queda, con el miedo a saltar. Porque por más que elija saltar, sabe: nada vale el salto si no se tiene miedo.
-¡Cualquiera se manda de cabeza a una pileta llena! ¿Quién tiene miedo de eso? Pero, cuando no sabemos si hay agua: ¿quién salta? ¡Eh! Yo salto, de cabeza, palito o de panza, por más que se me ponga colorada. Primero, esta el miedo ese, el que me petrifica las patitas al piso y me susurra: “No saltes” pero aprendí a no seguirle la corriente. Si le llevase el apunte a todas las cosas que susurran, nunca haría nada. Y salto. Mientras más alto mejor, porque siento que vuelo. Apenas me suelto, me balanceo en el aire, y ahí: sonrío. Pero cuando me acerco, ahí esta la segunda trama del miedo; esa que me dice: “Atención”, me seca la garganta y me da ganas de volver el tiempo atrás y quedarme petrificado, con los pies en suelo firme, quieto, sin mayor riesgo que el aburrimiento. Por suerte es imposible detener el desenlace del segundo miedo; que termina siendo un terrible golpazo o la linda gloria de un salto perfecto. Vale la pena el miedo, mientras la gloria siga teniendo ese gustito, y/o tenga a mi lado Bermúdez, un excelente médico, para curarme los golpazos.- dice Rolando, sin ponerse colorado.
IV
Bermúdez se queja.
-Estoy cansado. ¿De qué le sirve a Rolando el miedo, si no le lleva el apunte? El tipo este ¿no se da cuenta que cada golpe cada vez es más profundo? Y yo acá, curándole cada golpazo. 

La trama del miedo II

He sentido miedo.
Miedo tonto, miedo de mierda, miedo romanticón, miedo absurdo, miedo miedoso. Miedo mieloso, pegajoso, torpe.
Me acostado con miedo, y se me ha desvanecido el miedo en el sueño, tal vez, se quedo dormido. Miedo cagón, miedo dormilón.
Me ha abordado, el miedo de liberación, el miedo de ser siempre igual. El miedo a no aprender, ni siquiera de este miedo con manos de dedos largos, larguísimos, y uñas que se enganchan en mi espalda. De este miedo feo, como una nota desafinada. De este miedo ordinario, que eruta en voz baja y se saca la comida de entre los dientes con un tenedor.
El miedo me mira, me hace burlas desde su máscara de gestos pelotudos. Y pensar que estaba seguro que a esta edad, nadie me iba a faltar el respeto.
¡Basta miedo! Me aburrís, con tu trama de miedo mierdoso.

La trama del miedo I

He oído que los locos a veces sienten que una araña les camina por el interior, por las venas, navega por su sangre, y se desesperan. Se abren la piel con cuchillos para intentar sacárselas. Arrancárselas, subcutáneamente,.
Así funciona el miedo; que trama su tela, como la araña, invadiendo los espacios subcutáneos. Te paraliza. Pero, ¿no es acaso el miedo, una sensación que te intuye lo que puede pasar?
Lo he aprendido. Uno no tiene miedo de lo que pasó. Ni de lo que esta pasando. La trama del miedo, es a futuro.
¿Y cuando el miedo se desenlaza?
El miedo esta enlazado, a nuestro cuello, o nuestro cerebro. Y lo que resta es esperar, que se desenlace.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Soneto

¿Qué me toca tener entre las manos?               
Mi futuro tiene una trampa tonta                     
Mi presente me presenta villanos                    
Mi pasado miente en su impronta

Si lo que escribo con mi anhelo                      
Si no concuerdan mano y codo
Si mis ojos observan con recelo                      
Si se me va la vida en el lodo                         

¿Habrá que salirse de tu camino?                    
¿Conocer alguna gloria sin mancha?     
¿Habrá que enredarse sin motivo?
                                                                  
¿Habrá ahí un triunfo sin revancha?
¿Habrá que olvidarse lo perdido?
¿Habrá que saber invertir la marcha?

jueves, 10 de noviembre de 2011

Los ladrones de pecas.

¿Han notado que el bien más preciado y, a la vez, despreciado para un pecoso son sus pecas? Ellos no las cuidan, ni llevan un inventario. Pídanle a un pecoso que se toque un peca; no va a ser capaz, no va a poder. Un pecoso no es conciente de las pecas que porta. No las registran. Apenas notan cuando las van perdiendo, o cuando las van ganando, porque sepan ustedes, que casi nadie nace pecoso. O al menos no se le es revelado hasta entrado un poco en vida. No es algo que he pensado anteriormente, ni lo he preguntado, pero ¿han visto alguna vez un bebe pecoso?
Las pecas se ganan. Las pecas te tocan en suerte. Las pecas te despiertan un día, al otro lado de una línea que se traza en el mundo. Porque, sepa usted, que se tienen pecas o no se tienen, no se puede ser pecoso a medias, o medio pecoso. Se es lo que se es: pecoso, o el resto. Las pecas son un castigo y un beneficio. Son la ventaja de quienes las portan.
La peca es una mancha. Una manchita en la piel, la deja el sol, para recordarnos que estamos vivos. Los simplistas, dirán que son marrones, como habrá gente que diga que la Gioconda, es el cuadro de la cara de una mujer, o un poema de Oliverio Girondo, es un cúmulo de palabras que no se entienden. Porque en este mundo, hay gente que sólo quiere  respuestas. Pero algunos nos gustan las preguntas, y mejor si nadie puede responderlas. Y puede que las palabras de Oliverio no se entiendan, pero si suenan lindas, así, combinadas, por mi parte, es suficiente, no necesito más.
Yo veo en un peca, un abanico de marrones, claros y oscuros, de montecitos y valles impalpables. Pero no me quedo sólo en el marrón, yo veo todos los colores en esa peca, porque yo la vida, la veo en color, un pecoso, ve la vida en colores. El resto, ve la vida monocromática. Una peca es un pequeño universo de piel, amontonada. Por ser un despreciado tesoro, las pecas despiertan envidia. He escuchado varias historias de ladrones de pecas. Ellos andan al acecho, pendiente del descuido de un pecoso. Atacan de noche, por lo general, las de sábado, pero también las del resto de la semana.
¿No es la calamidad más terrible que ha de soportar una persona? Justo cuando comienza a llevarse bien con sus pecas, un ladrón de pecas lo sorprende, en mitad de la noche, y no es capaz de aceptar otra cosa, que no sean las pecas, las suyas. Imposible engañarlo con dinero, tarjetas de crédito u otras cosas.
¿Qué queda de un pecoso, cuando es atacado por un ladrón de pecas? Una cara limpia, sin manchas escandalosas. Un lienzo aburrido y de un color constante. Una hoja en blanco, borrada, con las manchas de la goma.
Los ladrones de pecas son oportunistas, disfrazados de personas comunes. Viven de la espera y tienen la necesidad de robar pecas, como nosotros tenemos la necesidad de respirar. Ellos existen, créanme.
De día, hacen cosas como ser abogados, o supervisores de ventas. Uno no lo advierte, es imposible saber que son ladrones de pecas, aunque a veces les brillan los colmillos. Tienen familias normales, parecen buena gente. Respiran el mismo aire que nosotros, toman los mismos colectivos, usan las mismas escaleras y se tropiezan con las mismas baldosas levantadas.
La noche en que Laura fue atacada por un ladrón de pecas, hacia calor, había una luna redonda y luminosa, y el cielo estaba estrellado, como un cielo pecoso.
El caminito que bordea a la vía, sobre Moldes en el barrio de Belgrano, no parecía un lugar para tener miedo, sino más bien para conservar la atención.
Centrada, a la distancia justa entre vereda y cordón, Laura caminaba, pie detrás de pie, sin prestar atención a que un ladrón de pecas, la seguía, acompasando sus pasos.
No tenemos certezas de cómo ellos atacan. Algunos de mis compañeros, explican que mucho tiene que ver lo que el pecoso este pensando en ese momento, pero no contamos con evidencia para dar por cierta esta teoría.
Lo cierto, es que fue un segundo. El ladrón de pecas rodeo a la Laura, y luego, todas sus pecas se esparcieron como cuando se rompe un collar lleno de perlas. Las pecas saltaron desordenadas, planearon lento por el aire y cayeron. Se desparramaron por toda la vereda, e incluso parte de la calle. Aún hoy, es posible ver, una parte del asfalto pecoso sobre la calle Moldes.
El ladrón de pecas, pudo tomar algunas, en pleno vuelo, y salió corriendo, rápido, salto el alambrado que da a la vía, y se perdió en la noche.
A las pecas hay que cazarlas en vuelo, guardarlas en la mano, y cerrarla bien fuerte. Una vez que tocan el piso, las pecas son inútiles. Por otro lado, un ladrón de pecas, esta más interesado en hacértelas perder que en poder llevárselas. Desconocemos que hacen con ellas. Desconocemos si las guardan como trofeos y cuelgan de marcos en las paredes o si intentan, ellos mismos pegárselas en sus rostros, para intentar mentirse pecosos. Tal vez exista un museo de la infamia, en alguna parte de la ciudad de Buenos Aires, con una exposición permanente de pecas robadas.
Laura quedo quieta, inmóvil, sin pecas, mirando como se perdía el ladrón en el manto oscuro de la noche. Se arrodillo en silencio, mientras algunas personas pasaban a su lado. Pero nadie ayuda a un pecoso que pierde sus pecas. El mundo anda demasiado acelerado, como para detenerse a prestarle atención a un despecado.
Paso la mano por el piso, tratando de tocar sus pecas. No se recordaba intentándolo cuando formaban parte de ella. Trato de levantarlas, trato de tomarlas, de arrancarlas, y aunque sólo pudo despegar algunas, le fue imposible pegárselas a su cara. Por más presión que hacia, las pecas se caían. Y lloró.
Laura lloró, como se lloran las perdidas imprevistas. Lloró, sin pensar en las horas, sin pensar en los días. Cada gotita que se estiraba, que caía, como un bolita de nieve desde una montaña, amontonándose, girando, creciendo, hasta que su propio peso, la separaba de su rostro y moría en la vereda.
Laura aún hoy conserva la tristeza por su la perdida. Es posible vivir sin pecas, pero ¿vale la pena? Laura conocía aquella frase que nos recuerda que uno no da valor a las cosas que tiene hasta que las pierde. Pero de nada sirve. Seguramente quien pensó esta frase, no sabía del dolor que se siente cuando se pierden las pecas. Y sepan ustedes, que uno puede mentir un lunar, pero no puede, por más intento que haga, mentir una peca.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Rolando. Salta.

“Aunque no podemos adivinar el tiempo que será,
 sí que tenemos, al menos,
el derecho de imaginar el que queremos que sea”.
Derecho al delirio. Eduardo Galeano.


Rolando está frente a la ventana. No sabe bien, si es él quien está mirando el mundo a través de ella, o es el mundo quien lo está espiando.
Mundo: Esa burbuja, gris, a veces; en resumen. Con sus partes blancas y sus partes negras. Eso es el mundo. Unas paladas de tierra que Dios ordenó sobre agua.  ¿Serían así? ¿Negra y blanca?
¿Y luego Dios?
Rolando presiente que esa burbuja cabe en la palma, de un señor, sin rostro. Con bigotes. Esa es su certeza: los bigotes. Siempre tienen bigotes. Ha de ser para acumular las migas, para que ensortijen ahí, y nos salpiquen cuando ríen. Las migas, las migajas de lo que nos niegan. Y la palma se cierra, presiona.
-¿No es que acaso, un poco, por unos minutos al menos, somos títeres?-piensa Rolando. Y sin estar en contra del arte de actuar, del arte que es la definición del sentimiento, se palpa la espalda, y quiere cortarse los hilos gruesos.
Los hilos se palpan tensos. Es la explicación. No puede cortárselos.
-Nos mantienen con los pies sobre la tierra, porque saben, que así los hilos se mantienen tensos. En cambio, si saltamos, alto, muy alto, los hilos se vuelven dóciles, se destensan.- aprende Rolando. – Eso es la libertad: ¡saltar!.
Rolando, cansado de querer cambiar el mundo, simplemente se dedico a obviar las partes bobas y aburridas, para que el mundo sea lo que él quería: Un puñado de tierra repartida sobre agua, donde hay quienes eligen saltar, y quienes eligen quedarse quietos; todo ante la atenta mirada de unos señores, que de una u otra manera van a intentar prohibir que saltemos.
Rolando, salta. Rolando, elige saltar.