No deseo ser realista, pretendo escribir música pero con palabras, porque los recuerdos suceden con música. Tengo trucos en el bolsillo y cosas bajo la manga, pero no quisiera ser un prestidigitador común. Pese a todo, no he podido determinar, si quiero mostrarles la verdad con la apariencia de la ilusión, o por el contrario, la ilusión con la apariencia de la verdad.....las palabras me preceden, me sobrepasan. Tengo que tener cuidado: sino las cosas se dirán sin que yo las haya dicho. Así como un tapiz está hecho de tantos hilos que no puedo resignarme a seguir solo uno....mi enredo surge porque una historia está hecha de miles de historias....



lunes, 30 de julio de 2012

Las quejitas.


Alguien se quejó: ¿Cuándo voy a aprender que la gente no cambia?
Si fuese así, si la gente no cambiaría, tampoco cambiaría la persona que escribió, por lo tanto; nunca lo aprenderá.
Pero si la gente cambiase, la que escribió aprendería; por lo tanto también habría cambiado. Por lo tanto, se puede afirmar que la gente cambia.
He aquí un pequeño dilema, o una simple mentira. Uno aprende lo que quiere.

domingo, 22 de julio de 2012

T.O.C. II


Camina desnudando al misterio, dejándolo como una pareja sorprendida en plena acción romántica bajo un puente por una manada de turista. Cualquiera adivina qué está haciendo. Camina eludiendo las líneas de las baldosas. Por loco, por loquito. Le pasan las señoras a su lado y lo miran raro, le miran los pies machucados de bailarina de asfalto que se desforman y amoldan a un trayecto poco claro que se improvisa paso tras paso.
Hasta aquí la versión oficial, la que se presenta en las tapas de los diarios que la gente lee para evitar poner atención al mundo, para convencerse de que la realidad es una partecita, es el té sin el saquito que se seca al costado. Aquellas que ignoran la labor de Rolando, o en su defecto, lo tildan de loquito. Rolando evita las líneas de las baldosas porque supone reacciones terribles si acaso él las tocara.
Rolando cree que a cada línea de baldosa que toca una peca deja de alunar una cara, un bichito de luz apaga su culo, las enredaderas se ponen lisas, las metáforas se escriben con signos de pregunta, un poeta se vuelve político, o un economista utiliza la ley de la oferta y la demanda para explicar la pobreza.
Este mundo está sostenido por pequeñas acciones, pequeñas manías, pequeños sueños, de tipos que pasan desapercibidos o que muchos tildan de gente rara. Incluso de aquellos que cuentan las palabras de este texto, y si es un número par, suspiran aliviados…

lunes, 16 de julio de 2012

T.O.C.


Todas las mañanas Rolando prende la radio, toma mate y mira por la ventana. Entre cebada y cebada mueve la bombilla. La da vuelta para hacer durar la yerba. En realidad lo hace para seguirse el juego.
El juego que realiza es el siguiente; calcula a ojo la cantidad de agua que pone en el termo para que la cantidad exacta de mates sean dieciocho. Ni uno más ni uno menos. Por lo general gana, pero a veces se queda corto y otras se pasa. Algunos días se enoja con lo que escucha en la radio, se desconcentra y rebalsa varias cebadas, haciendo peligrar la legalidad del juego. Cuando termina, sin importar el triunfo o la derrota, hincha sus pulmones de aire y luego suelta un suspiro fuerte que se transforma en un soplido, en un huracán bebé verdoso y húmedo.
Rolando cree que ese huracán bebé sigue su rumbo y es lo que hace girar el mundo. Luego se marcha, se pierde entre el resto de la gente que ignora su labor y lo empuja en el subte o le pide un moneda. 

sábado, 14 de julio de 2012

Las canas.


Todavía no peino canas pero, a veces, el espejo me devuelve una y yo me pongo un poco romanticón (como la mirada de la Condesa d`Haussonville) y las pienso que son como recuerdo por cada uno de los labios de señorita que maleducadamente me dijo que ¡no! ¡no! ¡no! E incluso me amenazó de muerte genital si no quitaba mis labios de ahí. Y yo aquí, tan sin ellas que nunca  pude dedicarles un ¡gracias! Para qué quisiera yo una señorita que me ande diciendo que saque los labios de aquí o de allá, no logro entenderme, como tampoco logró entender para qué quisiera yo una cana como recordatorio. Y entonces, la arrancó con fuerza, tirando seco, sabiendo que luego volverá, como vuelven los recuerdos de las mujeres. De las malas, porque las buenas uno las olvida rápido. Mi abuelo decía: La donna è come un coltello, y a pesar de que tuve que recurrir a un diccionario italiano-castellano, es cierto;  si sirve, te corta y te deja una marca, una cicatriz, y si no sirve, no te deja nada.

Nota: Repasando post antiguos encontré este pequeño texto que formaba parte de un texto largo. Me gustó y lo recorté. Creo que voy a hacerlo más seguido, bajo la etiqueta de "Una vez escribí esto".

lunes, 9 de julio de 2012

Alicia, los balcones, las ventanas y los pájaros. Desarrollo colombínico.


Alicia, asomada a la ventana, se cree parte. Se descubre en los valles escondidos. Ve sombras cuando el sol está marcando el mediodía, flores en las hojas otoñadas de los sauces, y resabios marrones y aplastados en las flores del jacarandá. La acusarán de neutra, de incapaz de tomar posiciones.
El mundo funciona así; dando vueltas para centrifugarte, confundirte y dejarte de un lado o del otro. Y uno tan inocente, tan niño, que cree que ha elegido, y lo único digno que puede hacer es defenderse.
Alicia se asoma y ve pájaros. Pájaros en los cables, en los árboles. Callados. Amordazados. Nada más triste que un pájaro amordazado. Los pájaros fueron los primeros músicos de este mundo cuando todavía la música era la simple combinación de sonidos y no la amalgama de fragmentos pasados que luego confundimos con tanta onomatopeya, con tanta industria, que nos convencieron de otra cosa.
Pensá con música Alicia. Pensá. No te limites a las palabras o las imágenes. Hubo tiempos de pájaros más vivaces, más alegres. Hoy andan con la rabia agarrotada, tiempos de pájaros guerreros. Hoy es tiempo de pájaros que cantan bajo, pero cantan.
Sospecho actitudes crípticas, terroristas y simbólicas. Sospecho que los pájaros están interpretando una sinfonía, cada cual por su lado, solo falta aquel que las dirija, que las haga sonar al unísono.
Y sin embargo, Alicia se apoya en la ventana con un tanto de miedo. Miedo a que la música se acabe. Hoy más que nunca: no escuches a tus miedos, Alicia, escucha a los pájaros.
Ellos no solo cantan, también hablan. La dinámica del chisme. ¿Te lo contó un pájarito? Al fin y al cabo, un chisme es un recuerdo hecho historia, hecho cuento, literatura mundana.
¿Necesita este mundo más personas que interpreten a los pajaritos? ¿O solo menos gente que los utilicen como escudos? Lo que cuento también forma parte del recuerdo, en algún lado, en cierto tiempo. No he decidido si hacer cargo a los pájaros es cobardía, o forma parte de una estrategia de ahorcar un realismo que solo termina entristeciéndonos frente a un ventana cerrada un día de invierno con el frío queriéndose meter por las hendijas.
Entregarse al realismo es dejar rengo al niño que empuja dentro, al que imagina, al que descree de algunas cosas y da fuerzas para creer en otras.
Estás loca Alicia, los pajaritos te hablan. Si algunos escuchasen lo que te dicen, les dirían locos a ellos. Pero lo cierto es que te suena muy coherente. Tan coherente que preferirías el silencio para que no te señalen con el dedo y te persigan. El silencio es lo único que nos defiende cuando nos obligan a decir aquello que se contradice con lo que pensamos.
Alicia comprende: Necesitamos balcones, o al menos ventanas, para ser parte, para asomarnos, pero sobretodo para que la brisa nos cachetee suave en la cara y nos sintamos pájaros. Un balcón es un simulador de pájaro.