Cuando
mirás una aspirina, tenés que sentir un profundo respeto porque estás mirando al mejor ejemplo del sentido de la ubicación, porque así de pequeñita como es, y
partiendo de tu mano, llega directamente al foco del dolor. Te duele
la cabeza y vos te tomás un aspirina, sin preguntarte cómo va a ser para
llegar a la cabeza, incluso sin prestarle al sentido común que indica que el modo más rápido y correcto
sería abrirte el cráneo al medio y depositar allí la aspirina, sin entrar en
detalles de si deberíamos colocarla entera sin demasiado elegancia, o hacer
trizas y polvos la aspirina y espolvorearla por el cerebro como se espolvorea
la sal en la carne o el azúcar en la tortitas negras.
Ignoramos cómo llega la aspirina dónde tiene que llegar, ignoramos si es pura virtud de
ella o si el cuerpo humano dispone de un excelente sistema de señalización interna
que permite a cada cosa que se adentre llegar donde tiene que llegar. Llegar a donde tiene que llegar: la comida al
estómago, los pensamientos al cerebro, los sentimientos al corazón y la mierda
al culo. A veces, porque otras veces, la comida llega al corazón, los
pensamientos al culo, los sentimientos
al estómago y la mierda al cerebro.
Sugiero
no inclinarnos por la virtud de la aspirina, sugiero hacerlo como homenaje al gran diseño del ser humano, que si bien es feo por dentro; lleno de órganos babosos, líquidos desagradables y
desechos, puede ser realmente hermoso por fuera.
1 comentario:
wow sorpresivamente bello!!!
Publicar un comentario