Exilio
a
Raúl Gustavo Aguirre
Esta
manía de saberme ángel,
sin
edad,
sin
muerte en qué vivirme,
sin
piedad por mi nombre
ni
por mis huesos que lloran vagando.
¿Y
quién no tiene un amor?
¿Y
quién no goza entre amapolas?
¿Y
quién no posee un fuego, una muerte,
un
miedo, algo horrible,
aunque
fuere con plumas
aunque
fuere con sonrisas?
Siniestro
delirio amar una sombra.
La
sombra no muere.
Y mi
amor
sólo
abraza a lo que fluye
como
lava del infierno:
una
logia callada,
fantasmas
en dulce erección,
sacerdotes
de espuma,
y
sobre todo ángeles,
ángeles
bellos como cuchillos
que
se elevan en la noche
y
devastan la esperanza.
A.Pizarnik.
Un espacio sin
objetos, un espacio que intuye oscuridad, negrura. Un limbo, un lugar que no es
el cielo, que no es el infierno, que no es la Tierra, donde no hay leyes
claras, donde lo que sucede; sucede porque es instantáneo, sin más
explicaciones.
Tres mujeres que no
son tres, sino que son una más dos, se miran, se debaten entre sí, se
balancean, intentan una coreografía muda. Una mujer que es la suma de otras dos
que se disponen, que luchan en un espacio absurdo para decidir quién es quién y
cómo se debe ser.
Hay un equilibrio,
un orden, hasta que la mujer 1 decide romperlo.
Mujer
1: A veces me da por llorar, y lloro, mucho,
demasiado. Como una boba, sin saber por qué. Tengo miedo de morirme, con el
alma vieja y el cuerpo joven. O al revés. No sé. Me da tanta tristeza, que me
caigo. (Se cae).
Mujer
2: (Se
acerca). Una mujer es, entonces: un trapo de piso. Algo que limpia, que se
la pasa por es suelo.
Mujer
3: (Rompiendo
el cuadro se acerca a la mujer 1): Que usted se enamorase, no impidió que
el mundo siguiese girando. No impidió ninguna guerra, al contrario. Aún hay
muertes, hambre, soledades, angustias. Incluso, algunas causadas por algo
parecido a lo que siente. Amor que no detiene al mundo. En cambio, el mundo,
sí, el mundo, a veces detiene al amor. En algún lugar, lleno de incomodidades,
de cosas absurdas, pero también, en un lugar naif, cursi; hermoso.
Mujer
2: Cursi…para mí es una localidad de Italia. Debe
quedar como en el taco de la bota.
Mujer
3: ¡Bota de mujer! De pierna de mujer. Cursi, ¡Ha
de ser un lugar hermoso! Un lugar donde el amor se regala, ¡se da! En estos
sitios, en estas ciudades esclavas de cemento y petróleo, el amor, en lugar de
darse, se exige.
Mujer
1: Hermoso era Felipe. (Intenta incorporarse).
Mujer
2: (A mujer
3, con decisión): Hay en el mundo, un grupo obstinado de comedores de
perdices. ¡Los perseguiremos! Los odiamos. La felicidad, un día, va a mostrarse
como lo que realmente es: “la nada”.
Mujer
3: ¿Perdices? Deben ser como una semillitas
pequeñas. Claro, con lo carnívora que somos; olvídate. Me encanta la carne, ¡placer
divino! ¡Placer, casi caníbal! Despertarme en el ombligo de un hombre, con la
pulsión por ella, por la presa de todas las presas. Llenarme lentamente la boca
de sangre.
Mujer
1: ¿Pulsión? Acto pasivo. Hay que habitar otros
lugares: mirar, tocar, mostrar. El aprendizaje consiste en aquellos actos, los
elementos activos.
Mujer
2: Enfocar la energía sexual hacia el
autodescubrimiento, ¿no sé si usted me entiende? El conocimiento de la
realidad.
Mujer
3: Claro, realidad: el asesino de gatos. La
curiosidad sexual es netamente humana, condición femenina.
Mujer
1: Pero la curiosidad mató al gato.
Mujer
2: Pero al menos el gato murió sabiendo.
Mujer
1 se deja caer, se deja vencer por las palabras. La mujer 2 intenta pisarla, no dejarla levantar.
Mujer
2: Parece que hoy también vas a tomar vino con
llanto.
Mujer
1: Lo prefiero…con soda…
Mujer
3: Un susto y un hielo. Pobre, dejala, ¿sabés que
a veces se compra flores e imagina que
se las mandaron? La he visto, la he oído, llama por teléfono a las florerías y
pone otra voz, finge la voz de hombre, ronca y tose como un fumador de cigarros
negros y pide que le envíen una docena de rosas.
Mujer
2: ¡Pobre idiota! Es débil, la convencen con una
imitación de rosa.
Mujer
3: La he visto jugar con margaritas, las trata con
tan poco cariño que las desarma. ¡Ay, de ella! Las flores se desarman si las
tratás sin cuidado.
Mujer
2: Te tenés que querer un poco vos, no alcanza con
que te queramos nosotras. (Finalmente la deja escaparse).
La
mujer 2 le trae una silla, y la invita a sentarse.
Mujer
1: A veces siento que está silla no me pertenece.
Pienso: “Mi culo no es digno de este asiento”.
Mujer
3: La dignidad es un asunto de dos o más cosas,
pero pierda cuidado, no la someteremos al juicio de tratar de comprender si su
culo merece un asiento más digno, o si es el asiento, quién merece un mejor
culo.
Mujer
2: No hay con qué darle (a la mujer 2), entre los ciegos el tuerto es rey, pero también es
poseedor de una virtud inútil. ¿Para qué se quiere un ojo, si no puede
encontrar la forma de compartir lo visto? Deslumbrarse con lo que se puede
observar del mundo, todo para descubrirse tan solo.
Mujer
1: ¡Con palabras! ¡Idiota!
Mujer
2: Las palabras se las lleva el viento, y es el
viento mismo, caprichoso y fuerte, quien se encarga de darle orden y sentido. (La mujer 3 acota: ya se lo hemos dicho
anteriormente). Lo importante son los actos.
Mujer
3: Y lo escrito, porque lo escrito permanece.
Mujer
2: La virtud no habita la posesión. La palabra es
un soga que nos enreda; acéptelo.
La mujer 2 toma una
soga y con ayuda de la mujer 3 comienza a pasarla entre la mujer 1 que
permanece sentada, tratando de seguir el ritmo de las palabras.
Mujer
1: Pero, es que somos una coraza…un
envase…particularmente bello si se tiene la fortuna…pero lo importante…
Mujer
2: (Interrumpiendo).
Ni lo intente. Por dentro son horribles, todos y cada uno de ellos, lleno de órganos
babosos, desagradables al tacto y a la vista, plagado de colores rojizos,
azulados blancos (con asco). Aunque
funcionales. Por eso es que la mente, y todo aquello sobre lo que quiere
hacernos debatir; sigue los lineamientos de lo que ve.
Mujer
3: El cuerpo humano es una máquina fascinante.
Mujer
1: Pero es que es un pasaporte, es el negro y el
blanco juntos, pero separados. Lo amo, y lo odio, que es lo mismo, pero aún con
más intensidad.
Mujer
2: No entiendo.
Mujer
1: Hablo de un amor perro: Baboso, peludo, con el
hocico negro y húmedo. Amor que muerde las tapas de las biromes y mis zapatitos
de mujer. Amor que despedaza las tapas de los diarios que quisimos leer para
comprender la realidad. Porque hablo de un amor sin realidad, amor de locos, un
amor que se viste con camisas de fuerzas y se aprieta las tiras. Un amor loco,
y por loco, libre.
Mujer
3: (Un tanto
conmovida). Locura y libertad que creemos sinónimos.
Mujer
2: ¡Basta! ¿Hablás de algo sucio? ¿Algo
pornográfico? ¿Con muchas poses, con consoladores, con cuero, látigos, aceites?
Mujer
1: No, amor que es limpio, sea como sea, por
naturaleza. Porque ella es limpia. Un árbol veteado de tierra, telarañas y
rastros de alas de mariposas es natural, no es sucio. En cambio, un auto
dominado de cenizas y polvillo, eso sí; es suciedad.
Mujer
2: No hay caso, Dios nos da todo pero siempre
falla en algo, mirala, le hace falta más teta.
Mujer
3: ¿Cantidad?
Mujer
2: No, volumen. Debería operarse.
Mujer
1: Me gustaría tener un poco más. Pero me da
miedo. No, perdón, no es miedo, quiero que sea algo natural. No quiero
levantarme un día y ser tetona, rebalsar el corpiño de golpe. ¿No habrá alguna
posibilidad de que vayan creciendo de a poco? Estaba pensando, ¿si se lo pido
al gauchito Gil?
Mujer
2: ¡Pedir! Mujer, un inventario de pedidos sordos…
Mujer
1: Una mujer, alma que no decide, entre tragedia y
comedia. Soy comedia, también cuando lloró, cuando la risa besa las amapolas
que amé, los labios que rocé. La tragedia que construí como una tonta, cuando
me desboqué las trenzas como una nena enamorada sin prever lo que vendría
luego, ni comprender lo que realmente estaba sucediendo. El miedo que paraliza
los músculos ante una caja inédita, rellena de fantasmas del pasado. ¿Quién te
ha puesto dentro, alma mía? ¿Quién ha intentado no perecer entre las flores del
entierro y el sulfuro, y el azufre?
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