No deseo ser realista, pretendo escribir música pero con palabras, porque los recuerdos suceden con música. Tengo trucos en el bolsillo y cosas bajo la manga, pero no quisiera ser un prestidigitador común. Pese a todo, no he podido determinar, si quiero mostrarles la verdad con la apariencia de la ilusión, o por el contrario, la ilusión con la apariencia de la verdad.....las palabras me preceden, me sobrepasan. Tengo que tener cuidado: sino las cosas se dirán sin que yo las haya dicho. Así como un tapiz está hecho de tantos hilos que no puedo resignarme a seguir solo uno....mi enredo surge porque una historia está hecha de miles de historias....



viernes, 26 de octubre de 2012

La Paranoia III. (Hojas sueltas del diario de una galeanista).


Qué linda soy, sí.
Me miro al espejo desnuda y me asombro. Me miro las curvas leves y me gustan. También me gustan las otras, las más angulosas y nerviosas, que presagian el destino de las miradas vergonzosas, pero también aquellas consumidas por la lascivia visual.
Eso es la belleza; sentirse totalmente complacida con la imagen que devuelve el espejo. La realidad, pues, sigue los mismos lineamientos que el ojo. Si soy linda, vale la pena entonces la realidad, que por momentos también es otro espejo. Nada más suave y lindo que abrir los ojos, y ver pura belleza, verdadera.
Pero sucede que cuando me asomo al balcón de los narcisos, disfrazo mis sentires de tragedia griega, y este vestido alargado comienza a incomodarme, a ser una parte inconexa de mi ser-yo-bella. Me desdoblo en ropa y en ser.
¿Y si simplemente he aprendido a disfrazarme de linda? Pienso; he aprendido a mover el pelito, acomodármelo, a levantarme un poco las tetas, y maquillarme alguna que otra arruga. A montar la trampa del delineador, el perfume erótico y la risa ronquera.
¡Todos usamos máscaras! Trucos, maquillajes que nos alejan. (Supe tener un amante que disimulaba la escasez bajo sus pantalones, abultándose con una media. Lo único que supimos ganar, fue un insoportable olor a pata al momento de entregarnos al acto sexual).
Hubo un tiempo que los flacos se volvían más loquitos. Se les alargaban las vocales cuando me hablaban, se les dibujaba una mandíbula larga y desacomodada. ¡Sentirme posible presa, es lo único que puede hacerme mantener la frente alta! Ser un objeto de deseo, es  una ostentación de poder.
Creo que sí. Antes era más linda. Tan linda que en los días de lluvia las baldosas me respetaban, apenas si podían conmigo, se atemorizaban de levantar el agua y humedecerme las medias y los zapatitos. La historia del crimen se confunde cuando hablo de mi caminar y mi forma de arreglarme las cejas y los párpados.  La historia del crimen se desplaza de los homicidios a la simple y común envidia.
Era tan linda, que no había forma de parecer trola, trolita, putita. Hacía cosas que podrían hecho ver como una idiota a cualquier otra, pero eran gestos permitidos para mí, posturas seductoras. Lo sensual y lo ridículo comparten en el mismo sistema digestivo, pero con resultados diferentes.
Que soy linda y loca, no quedan dudas. Que soy loca, independientemente de mi belleza, tampoco. A veces soy loca linda, y otras; linda loca. Presagio un futuro de adjetivos confundidos, de sustantivos que se adueñan de mi cuerpo, de mis espejos, de mis realidades.
Ver el espejo, y solo ver mi imagen. Me olvido de lo que me rodea. Entonces el universo se reduce a lo visual, a lo tangible, a lo que puedo desear.
Pero si no estoy atenta, si no presto atención, entonces me deformo. Me transformo, me desfiguro. Los párpados se me vuelven lunas, las cejas se me despeinan, la alergia me humedece la nariz. Soy un monstruo nuevo, y las máscaras ya no bastan, no alcanzan.
Y los espejos se vuelven incorruptibles. Inobjetables. Les lloro lágrimas de rímel y tapa ojeras, y ellos insensibles. Y yo me envuelvo en trajes pálidos, mientras no logró discernir si lo que ocurre de lo que imagino, y se apagan mis velas al viento.
La paranoia me consume, y yo la consumo. A veces nos vemos al espejo, y solo vemos eso; un miedo que lo resquebraja todo en un silencio abrumante…

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