Me descubrí. Estuve en los aires. Arriesgado. Me detuvo el tiempo en una foto. En una imagen. Cruda. Pegada, sostenida por hilos, invisibles. ¿Sabes? Hay manitos que nos sostiene.
Los ojos tienen alma propia. Ven disfraces donde no hay, o ven las cosas, simples, como son.
Vi una foto, la misma foto. Desde el mismo balcón. Años para atrás o para adelante, no importa, pero era igual. La casa tallada en piedra, que resistía. Y tú viste lo mismo. Viste la misma casa, con tus ojos. Pero era igual.
Vi, también, un barco, con nombre de mujer. Ana Carolina. No me importaron las historias de los pescadores, ni de la sal en el casco. Tampoco a vos. Nos importo el nombre.
¿Puede el río hacerse cargo de lo que hacen sus peces? Hoy vi dos fotos, diferentes, de dos partes del mundo, opuestas, vistas por otros ojos. Pero vieron lo mismo que los míos.
Y casualmente, también hoy, pase por una iglesia, y vi unos niños festejando su primera comunión. ¿Cómo se celebran las otras comuniones? ¿Acaso, cuando dos personas ven el mundo de una misma forma, no es una comunión? Hemos recibido al mundo de igual forma, sin saberlo, y pienso, ¿cuantas otras comuniones me estoy perdiendo? ¿de cuantas comuniones he formado parte, en silencio, sin saberlo?
El pecho me late de dudas, me inunda la causa conjunta, y un fueguito interno que me dice, bajito, que no estamos tan solos, sólo andamos desencontrados. Sólo andamos, para encontrarnos.
Celebremos las comuniones de ojos, mientras sostengo el mundo para que le des un pincelazo.
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