A veces uno se cree que las pupilas tienen lengua y pueden soltar palabras. Te miro lento, y entrecierro el ojo izquierdo, me pongo bizco del derecho. Y nada. Pruebo cerrándolos con fuerza un instante, y obtengo el mismo resultado. Cierro sólo uno, el derecho. No veo ningún cambio en tus ojos. ¿Será que nuestros ojos hablan idiomas diferentes? ¿O será que los míos hablan de una forma muy despelotada?
¿Será por eso que corro luego a escribir? ¿Es para eso que uno escribe? ¿Para decir lo que dicen los ojos? ¿Para poder ordenar lo que dicen los ojos, que se despelotan cuando te ven? ¿Para poder primerear lo primero, segundear lo segundo, y ultimar lo último? ¿Para poner las cositas de uno en piloncitos prolijos? ¿Para poner a mano las respuestas que uno no puede improvisar?
Ordenemos lo que dicen los ojos, aunque para mi, dentro de un completo orden, no hay lugar para un pensamiento nuevo. No hay lugar para inventar, ni para imaginar. En contraste, el completo desorden, es un cúmulo de ideas que intentan pasar todas al mismo tiempo por el mismo lugar y se quedan atrancadas.
En fin; me siento e intento traducir lo que dicen mis ojos, porque la censura es algo feo. Pero la autocensura, es muy pelotuda.
2 comentarios:
¡me daba intriga saber qué de lo que veía le complicaba tanto la existencia!
Dicen que los ojos no mienten pero me temo que son algo traicioneros. Detenerse para mirar la propia mirada es tarea harto difícil con la que se corre el riesgo de tambien quedar engañado.
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