No deseo ser realista, pretendo escribir música pero con palabras, porque los recuerdos suceden con música. Tengo trucos en el bolsillo y cosas bajo la manga, pero no quisiera ser un prestidigitador común. Pese a todo, no he podido determinar, si quiero mostrarles la verdad con la apariencia de la ilusión, o por el contrario, la ilusión con la apariencia de la verdad.....las palabras me preceden, me sobrepasan. Tengo que tener cuidado: sino las cosas se dirán sin que yo las haya dicho. Así como un tapiz está hecho de tantos hilos que no puedo resignarme a seguir solo uno....mi enredo surge porque una historia está hecha de miles de historias....



lunes, 20 de junio de 2011

Inauguración del miedo I & II

I

En un momento de mi vida, la oscuridad sólo era la ausencia de luz.

Yo descubrí el miedo, la primera vez que vi Polstergeist. Aquella película sobre una casa que era tomada por espíritus, con esa nenita de cara angelical y pelo rubio lacio, que en alguna parte de la película decía: “Ya están aquí”.

Debería tener tres años. Me senté en el piso frente al televisor, aprovechando mi tamaño me puse debajo de la punta de la mesa, que me sirvió de techo. Recuerdo partes salteadas de la película. Alguna imagen de un viejo con sombrero, un televisor reproduciendo imágenes extrañas, alguna persona que desaparecía, y el final cuando la familia se va a un hotel y saca el televisor al pasillo.

A partir de ahí, todo fue diferente. La oscuridad comenzó a ser un territorio que subía mis pulsaciones, y totalmente desconocido. Me era imposible saber si al irse la luz, todo se transformaba en otra cosa o permanecía igual. Como tantas cosas, sólo la ausencia de algo, en este caso la visión, nos hace notar lo acostumbrado o lo útil que nos resulta. Y el miedo era indominable, y el único remedio era taparse, con frazadas, hasta la cabeza. Cubrirse da seguridad.

Con el tiempo fui haciéndome valiente, y me animé a destaparme un poco, dejando la nariz al descubierto.

Hoy, puedo caminar en la oscuridad, con el único miedo de romperme la nariz contra el piso por llevarme puesto algún mueble o golpearme el dedo meñique del pie. Mis miedos pasan por otros lados. Fundamentalmente, por la ausencia de las cosas que deseo, por la intranquilidad de ver algunos sueños sin cumplirse, y sobretodo el miedo paralizante de convertirme en un tipo triste. Un gordo, pelado, con la espalda vencida, cuya única satisfacción sea ver a Tinelli, y recordar el culo de Wanda Nara, para masturbarse en el baño del trabajo, como relajo del ver una y otra vez una planilla de Excel.

¡Negociemos Dios! Gordo y pelado….bueno, sino hay más remedio….pero ¿triste? No lo permitas…Voy a ser feliz, aun a costas de cargarme algún desgraciado.

"Es absurdo dividir a la gente en buena y mala. La gente es tan sólo encantadora o aburrida".
Oscar Wilde.

II

Estoy sentado tomando un café doble en Casa Mua, en la esquina de Soler y Julián Álvarez, inundado de olor galletitas dulces y tortas.

Ahí es donde empiezo a pensar en como inauguré el miedo. Y voy escribiendo algunas ideas.

Me paro y voy al baño. Es uno de esos baños chiquitos, cerrados, para una persona, aunque con minguitorio. Intuyo tal vez, para que se diferencie a simple vista del baño de mujeres. Hoy en día, los carteles de Damas/Caballeros suelen ser un pequeño desafío al intelecto.

Entro y mientras manoteo hacia la posición lógica donde se coloca una tecla de luz, voy cerrando la puerta. No pude encender la luz, por lo tanto, estaba a oscuras. Abro la puerta para poder vislumbrar algo y luego de mirar y romper algo un poco (a tal punto de salir una tapita de plástico volando por los aires) me doy cuenta que no hay ninguna tecla de luz, sino un sensor de movimiento que activa una lámpara.

Muevo la mano, como un tonto, y nada. Toco un poco el sensor: Nada. Ahí es cuando pienso: Uno tiene que ser consistente con lo que siente, con lo que canta, con lo que escribe. La trama debe ser circular, autoreferencial, y así: autosustentable.

Me decido fácil, entro, cierro la puerta, y plena oscuridad. Tengo que comprobar, como escribí diez minutos antes, si el único miedo que tengo en la oscuridad es golpearme contra algo.

En total oscuridad, me río. Mi único miedo es romperme el alma contra el lavamanos, o llevarme puesto el inodoro. Me empiezo a mover lentamente.

Cuando quedo a tiro del inodoro, decido ser un poco menos valiente, y me alumbro con el celular. Entre ser un cobarde y tener los zapatos meados, prefiero lo primero.

 
PD: Hablando del valor y el precio de las cosas. Quince pesos por un café doble, me parece una barbaridad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Preferis los zapatos meados,lo sabemos!