Estoy leyendo.
A veces me es difícil. Leo, y empiezo a pensar en otra cosa. Por influencia o simplemente por distracción.
Empiezo a divagar. Pienso, valga la redundancia, que pensar es abrir puertas. Escribir, es el intento de describir lo que se ve al abrir esa puerta.
Cuando uno escribe, termina por volverse un desgraciado. De debatirse con la angustia de la hoja en blanco, acaba con la angustia de la hoja llena de preguntas.
Es inevitable. Uno escribe con el objeto de ordenar lo que piensa, de organizarlo en pilitas, y no tener que estar improvisando todo el tiempo. Lo cierto es que termina contestando preguntas, con más preguntas.
Las certezas y las respuestas terminan con signos de interrogación.
Caemos en la melancolía, como las hojas en otoño. Es la profundidad de la tristeza que te inunda, porque sentís el reflejo del mundo en tus ojos, y apenas te alcanzan las palabras para decirlo, y para describir lo que ves, lo que queres cambiar.
Me quedo serio, mirando el libro, perdido. Pensando. Se que voy a escribir algo sobre eso.
Vuelvo a leer, avanzo unos párrafos, y leo:
“Y hasta me pregunto: ¿Y yo mismo? ¿Soy bueno, yo? ¿O soy malo? Me atormentan las dudas sobre mi identidad: dudas muy de nosotros, los escritores, bien lo sé. Para nadie es un misterio que los escritores tenemos el alma condenada al infierno de la angustia incesante: en el centro de ese hervidero, nuevas dudas responden a cada certeza y nuevas preguntas responden a cada pregunta”.
Sonrío, y cierro el libro.
No estamos solos, sólo apartados. Hay comuniones por todos lados. ¿Cómo se celebran las comuniones de pensamientos?
6 comentarios:
Fascinante! me gustan tus posts cortos, pareciera que consigues meter muchas ideas en un espacio pequeno y eso me estimula intelectualmente.
Sentimos algo igual.Identidad nunca sabrás.
Creo que las comuniones de pensamientos se celebran con una buena conversación.
Con una sonrisa!! Así se festejan!!! sin duda!!!
(M)
:)
Uff! Lindo
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